11 de enero de 2012

Roscón y punto final



Como todos los años, los roscones han puesto fin a los excesos navideños. Esta vez solo hice cuatro, porque no quería que me quedaran tentaciones sueltas, y el día de Reyes se terminó todo asomo por los armarios y los cajones de pecados alimenticios. ¡SE ACABÓ!

Y hemos vuelto por una temporada con el señor Montignac, a ver si conseguimos que las cremalleras no estén tan reacias a cerrarse.
He metido en una bolsa el resto de dulces que yo no compré pero me regalaron y la he guardado en lo más alto de la despensa para no verla, porque una tiene la voluntad tirando a golosona, y no quiero sentirme luego culpable por picar lo que no deba.
He cambiado los roscones por un jamón, para ir tirándo de él en los momentos más peligrosos, que tampoco está mal. Anima y ayuda ver la pata en la mesa y poder comer todo lo que nos dé la gana.
Año nuevo, talla nueva. O eso espero.