Es digno de admirar el buffet que prepararon los cocineros para agasajarnos el penúltimo día de nuestra estancia en el crucero. Trabajaron durante veinticuatro horas para que todo resultara espectacular, y el meneo del barco hizo que sólo unas cuarenta personas fuéramos a verlo, con lo que tanto trabajo quedó muy desmerecido. Primero pasamos a hacer la sesión de fotos, y después pudimos degustar a placer todos los platos preparados. Nunca mejor que en esos momento, la comida nos entró por los ojos y se convirtió en una obra de arte, y eso que los platos más altos debieron de quedarse en la despensa dadas las condiciones, como las esculturas de mantequilla o las fuentes de chocolate.
Frutas, quesos, verduras, dulces, fiambres. mousses, panes... No sabíamos cuál elegir.
No los comento, para no cortaros el babeo que os va a entrar mientras los contempláis.