13 de diciembre de 2009

Me he comprado unos calcetines negros... ¡NO!


Triste sino espera a los calcetines que por esas cosas de la vida, o de los tintes, nacen negros, casi negros, con un punto de negro, negro poco oscuro, negro más oscuro, negro con rayita menos negra, negro parduzco, negro zahíno... porque son objetos de maldición de aquel que les toca casarlos con su pareja, y la mayoría de las veces los emparejan con algún desconocido, si la luz no es buena o si las prisas aprietan.
Porque ¿Qué ser humano no padece una crisis de ansiedad ante un montón de calcetines negros por clasificar?
Veamos formas de emparejarlos: lo primero volvámolos del derecho, porque se verán las pelotillas blancas que irremediablemente se hacen desde la primera puesta, acción que sólo sirve para cabrearnos por lo feos que quedan.
¡¡¡Paso de contar pelotillas!!!
Partimos de la base de que no tienen dibujo, claro, como sucede casi siempre. Los que lo tienen, ya los doblamos como churros. Pues nada, en vista de que no "vemos" ná de ná, pasamos al siguiente punto.
Podemos optar por medir el largo: todos juntos, bien estiraditos... pues no vale porque aunque sean iguales, según el tirón que le demos al cogerlo de la cuerda, dan de sí unos más que otros. Desechamos esta opción.
Otra posibilidad es la textura: para ésto es mejor cerrar los ojos, porque el tacto se desarrolla más si no vemos. Tocamos... tocamos... como si fuéramos a descubrir el enigma... éste es más fino, éste más gordo, éste se engancha en la uña que tenemos sin limar, el otro es más áspero... y al final tenemos más clasificaciones que la Champion Ligue.
Supongamos que después de la prueba del tacto, hemos conseguido organizarlos por texturas, y como algunos de ellos son iguales, ahora toca determinar entre ellos, cuales son pareja. Muy fácil: por el elástico.
Elástico muy gastado, regular de gastado, poco gastado, nuevo o para la basura. El de la basura lo tiramos, pero ¡¡ojo!!!, tirad los dos, que el que queda nos lía el resto. Pero ¡Ay! un día que teníamos prisa los mezclamos y los elásticos dieron de sí de forma autónoma, por lo que tampoco es muy seguro este método.
A lo mejor es que la luz no es buena: nos llevamos todo el montón debajo de una lámpara y comenzamos otra vez el martirio calcetineril.
En el desplazamiento se nos han caído unos cuantos, que ya no sabemos en qué clasificación iban. Aquí ya estamos a puntito de dejar el emparejamiento para el día siguiente, con luz natural.
Hay una solución que nunca falla y es, cuando los compramos, con hilo de colores hacerles un dibujo a los dos en la puntita: círculo rojo, círculo verde, círculo azul, raya verde, raya roja, raya azul, triángulo rojo, triángulo verde, triángulo azul, y así con todos los pares... pero no lo hacemos porque es un peñazo de tiempo, aburrido e incómodo, bordar la punta de los calcetines, así que toca pasar por todo lo anterior.
Si ya no zurzo calcetines, cómo me voy a poner a bordarles la puntita?
Una vez que logramos descifrar la pareja de unos cuantos, vemos con incredulidad que tenemos dos nones. ¡¡Pero si son pares, como tengo dos nones!! Otra vez a repasar y a desliar unos cuantos, para descubrir donde está la equivocación, pero no la encontramos, y hasta los cataplines ya de casar parejas, juntamos los nones mirando para otro lado con gesto displicente ¡Que les den!
Recojemos toda la ropa y entonces nos damos cuenta de que debajo de la silla se han caído dos. ¡La madre que los parió! Si son las parejas de los nones... ¡¡Por fin solucionado!!
¡¡¡¡Agggggggggggggggggggg!!!! ¿Y ahora cuál de todos los pares doblados es el de los nones? ¡¡¡¡¡Aggggggggggggggggggggg!!!!
Seguro que el que inventó los calcetines negros, no tenía que doblarlos él.
Este año, voy a regalar por Navidad muuuuuuuuuchos calcetines de colorines. ¡Palabra!