Si algo hay que cuidar y mimar es la mente de los niños y no contaminarles con todo lo malo que de adultos les vendrá encima.
Ya lo sé que la vida no es rosa y que papá y mamá no son super héroes, por no hablar del bajón que les dará cuando se enteren de lo de los Reyes Magos, pero hasta donde podamos hemos de procurar que ese mundo de ilusión en el que viven les dure lo máximo posible.
Viene este rollo a cuento de una serie que están reponiendo en una cadena de televisión, a la hora del desayuno, que me parece lo menos adecuado para que la vean niños pequeños.
Hablo de Marco o lo que es lo mismo "De los Apeninos a los Andes" ¡Ojo la mala suerte que tiene este chaval! Le dan un disgusto detrás de otro, siendo él tan bueno.
Su padre atiende un hospital de pobres y como no tienen para comer, pues su mamá se ve obligada a marcharse a trabajar... al quinto pino, y deja solos a los niños y a su marido, sumidos en una profunda tristeza. Despedidas, lloros, y nuestros niños con los ojos llenos de lágrimas, a despedirse de mamá en el cole: "Mamá, verdad que tú no te irás nunca?" "No cariño, tranquila" ¿Qué necesidad hay de que los niños lo pasen mal?
Los padres de ahora, temerosos, no dejan a los niños ni salir solos del cole. Pues el papá de Marco consintió que se fuera en busca de su madre, sabiendo la distancia que la separaba de ella y los peligros que tenía que correr. Y encima con un mono ¿Su padre era tonto?
El niño, como era pobre (para ir inculcándole a los pequeñines que si no eres rico, como no te comas los mocos no comes ná), se embarcó en un barco de emigrantes creyendo que su mamá y su tío estarían al llegar, pero ¡Cá! Ninguno de los dos estaba, con la consiguiente tristeza de Marco, pero resulta que su tío le mintió, porque habló con él y no le dijo: "Sobrino, yo soy tu tío", no. Se lo quitó de encima. Todos los días inculcándole a los niños el valor de la familia y que no deben mentir, y resulta que el tío de Marcos miente. ¡Fatal!
Y para ganarse la vida tenía que trabajar ¡Que es un menor! Además le mandaban a hacer puñetas con una facilidad difícil de entender para nuestros pequeñines.
Entonces conoció a un niño pobre, como no podía ser de otra manera, porque en esta historia todos los que no van con harapos son malos malísimos, y le regaló una burra que puso a Marco contentísimo porque estaba ya harto de tanto andar, sin bonobús ni bonometro ni nada.
Y cuando nuestros pequeños delante de la tele empiezan a tener esperanza y a dejar de llorar ¡Se muere la burra! ¡Como lo cuento! Hala, todos los niños al cole otra vez ojerosos.
Y Marcos, al de San Fernando: un ratito a pie y otro ratito andando.
¿Qué más puede pasarle? Pues que se le caen las suelas de los zapatos de tanto andar y se hace un corte en un pie. Y llora y llora... y nuestros niños lloran y lloran...
Pero de pronto todo parece que se soluciona porque tiene una buena pista del paradero de su madre. ¡ILUSOS! La encuentra, sí, pero muriéndose. Y las lágrimas siguen corriendo por las mejillas de nuestros niños que del disgusto ya no quieren ni los krispis ni el colacao.
Por Dios ¿Es que no hay otras cosas más alegres para poner a la hora del desayuno de los niños?
No apartan la vista de la tele, muy serios y con un nudo en la garganta.
Yo creo que este chaval aventurero está ya desfasado y hay que terminar con él, que es un gafe.
Nuestros críos se merecen algo más actual y más en consonancia con la educación que se les da hoy en día.