Como cada año desde que tengo nietos, monto un pequeño Belén con el único fin de que ellos se diviertan poniendo y quitando figuras, metiendo en el río al Niño o a la mula, poniendo los patos por el monte... lo que quieran. Compré figuritas de plástico, que ya no las hacen, precisamente para no estar pendientes de si las rompen o no. Las de resina que hay ahora, si se les da un golpe se rompen. Ya sé que las figuras no están hechas para golpearlas, pero con cuatro niños puede pasar de todo.
Por la noche vuelvo a poner los personajes en su sitio, más o menos, porque cuando se marchan los dejan a todos acostados.
Me falta colgar las panderetas, cuatro, para que canten los villancicos. Como dos vienen de Colombia, ya me he aprendido "El burrito sabanero" para cantarlo con ellos.
Me río yo sola de ver algunas escenas, porque hay cosas que chocan bastante, por ejemplo esta lavandera, a la que Samuel le quitó de un mordisco la mano, que aunque esté lavando, no le quita ojo al pato tan grande que tiene al lado.
Y es que a este pastor la cría de patos se le da genial. Si son como cerdos.
El portal. La Virgen está la pobre sin ganas de verse después de dar a luz a semejante niño. Y encima todavía no se había inventado la cesárea. La mula y el buey echándole al chaval todo el aliento. ¡Qué poca asepsia! Ahora estarían con mascarilla.
Y en la puerta, tienen a este señor, que no se sabe si lo han contratado los padres par invitar a jamón a los que vayan a ver al Niño, o es un oportunista y vende morcillas para asar por los fuegos varios que hay repartidos en la zona.
Ahora que lo veo, qué mal sitio ha escogido el cagón.
El señor zapatero no sé yo que tenga mucho negocio, porque según veo, todas mis figuras van descalzas, pero por si acaso, se ha venido a la fiesta a ver si saca algo. Igualito que los mercados medievales actuales.
Bueno, pues otra escena de mi Belén. Tengo una duda: si no comían cerdo, cómo hay tantos en los belenes?
En fin, que ya he cumplido con la tradición. Veremos lo que dura, porque Daniel ya se dedicó anoche a rascar las bolitas del papel y me ha pelado varias partes del suelo.
Y como siempre, las discusiones con mi Antonio a la hora de montarlo: yo, que quiero musgo, y él que la zona era un desierto; yo poniendo nieve, ríos y árboles, y él diciendo que ahí no ha nevado nunca. Un clásico de las Navidades.