14 de diciembre de 2011
Una tarde de leones
Esta tarde hemos estado por el centro de Madrid para disfrutar del ambiente navideño, y aquí estoy heladita de frío, pero contenta. Un tiempo muy desapacible, pero la Puerta del Sol en estas fechas es suficiente justificación para dar un paseo.
Luego nos hemos ido a la Plaza Mayor, al mercadillo de Navidad, porque andaba yo detrás de un pastor haciendo pis, o sea, un meón, y lo he encontrado. No había demasiadas personas, quizás porque era martes, temprano y hacía mucho frío, pero otros años lo he visto abarrotado de gente. La disposición de las casetas no me gusta, porque se queda la plaza más fría, con todo el centro libre. Antes, con los puestos más a mogollón, tenía otra gracia. Pero quien manda manda.
Me he alegrado muchísimo de ver figuritas de plástico, que las creía ya de la época de los dinosaurios, pero allí estaban. Caras, carísimas, pero las había. En general todo me ha parecido muy caro. Aquí les toca decir a mis hijas aquello de: "Mamá, ¿en qué año crees que vives?"
Mucho Papá Noël, mucho musgo (lo que sufrí yo por la carretera para traer un poco a mi Belén), figuras preciosísimas, mucha miniatura de verduras, frutas y hortalizas varias, cagones a cientos (yo creo que es la figura que más éxito tiene), y toda la parafernalia belenera que pueda uno imaginar. ¡Ah! Y los ríos ya hechos, con sus piedrecitas y todo, tan monos. Ya he cogido la idea, y seguramente el año que viene lo pondré así.
También buscaba un Niño Jesús pequeño, porque no sé qué me da de ver a la Virgen al lado de un recién nacido que casi le llega al hombro, pero he preguntado el precio de uno de resina que tendría unos dos centímetros, repito: dos centímetros, y me han pedido cuatro euros, ni más ni menos.
Naturalmente no lo he comprado.
Hemos ido también por la calle Preciados, que bullía de gente entrando y saliendo de mis almacenes favoritos, y en Gran Vía nos hemos metido a merendar a una cafetería.
Y ahora viene lo mejor: sobre las ocho... ¡TACHÁN! O mejor dicho PUM BA PUM BA PUM BA... al teatro Lope de Vega, que tenía compradas desde hace mes y medio las entradas del Rey León. No se puede explicar. ¡Hay que verlo! Casi tres horas embobados mirando el escenario, y la vista no daba para tanto como había que ver. Nos ha gustado mucho.
Y ya para casita.
Una estupendísima tarde de leones.