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Tuvimos la suerte de que nuestro último día en Sídney coincidiera con la celebración del Día de Australia. Como ya dije en otra entrada se recuerda el día en que el territorio australiano fue reclamado para gran Bretaña. 26 de enero de 1788.
Como de todos es sabido la pasión del Capitán por la mar, mis hijos nos invitaron a seguir los festejos desde uno de los barcos que puso el Museo Marítimo para esta finalidad.
Estuvo toda la noche lloviendo a mares, nunca mejor dicho, pero poco a poco se fueron abriendo claros y se pudo celebrar la fiesta con toda normalidad.
Pertrechados con una buena tortilla y filetes empanaos, amén de aperitivos y la bebida correspondiente, nos dispusimos a disfrutar de la fiesta. Mi Antonio duró dos segundos en el asiento.
Todos los barcos de la bahía participaron en el evento: los de servicio del puerto, uno de guerra, los barcos antiguos del museo, veleros, motoras, ferrys,..
El Adelaide, construido en los astilleros de El Ferrol.
Los veleros se movían al compás de música clásica. Una delicia verlos en formación debajo del Puente.
La exhibición incluía también un desfile aéreo.
Preciosa imagen de dos barcos clásicos. El de la derecha es una réplica del Endevour.
El humo después de las 21 salvas.
Los barcos a su paso por el Fuerte Denison.
Los paracaidistas también se sumaron a la fiesta.
Las banderas australianas estaban por todas partes, pero también había algún barco en el que ondeaba la aborigen.
Y de pronto fue como si todo se acelerara. Empezaba el ferrython y las aguas de la bahía se volvieron blancas por la espuma de las estelas.
Todos corriendo en la misma dirección.
Por la proa y por la popa nos vimos envueltos en esta vorágine.
Fue algo impactante por el espectáculo y por el ruido de las olas.
Una vez que la carrera terminó, las aguas de la bahía recobraron la tranquilidad.
Los barcos de época se dirigieron otra vez al Museo Marítimo que es donde tienen su base, y poco a poco el resto nos fuimos también retirando, llevándonos el recuerdo de una fiesta que no olvidaremos nunca.
Esa misma tarde tomamos el avión de vuelta para Madrid, con una sensación alegre y triste a la vez. Espero que volvamos porque nos quedó mucho por ver y conocer de Australia.