26 de agosto de 2009

La mente, esa desconocida.


Hay hechos que nos muestran lo poco que somos o que significamos en este enorme mundo que nos rodea, no solo en el espacio exterior, sino dentro de nosotros mismos.

Nuestra mente es algo tan desconocido, que tememos la alteración de cualquiera de sus parámetros, y nos sentimos perdidos cuando actua de forma independiente a nuestras órdenes.

¿Que por dónde voy a salir?

Por peteneras, si no fuera porque la cosa es seria, o al menos no hay que tomarla a broma. Pero como soy de natural optimista y mi lema siempre ha sido no ir a por las enfermedades, y esperar que aparecieran para preocuparme, pues me lo he tomado con humor, que me gusta bastante más.

Hace unos días, mi marido se despertó con disnea y me asusté bastante. Llamé a urgencias y enseguida lo trasladaron al hospital, yéndome yo con él. Hasta aquí todo entra en la normalidad, si no fuera porque no me acuerdo de haber salido de casa ni de montar en la ambulancia, ni de haber entregado los papeles en la admisión del centro, ni de por supuesto la estancia en éste.

Empiezo a tener algunos pequeños "flashes" de cuando me encontré en la enfermería con una vía en la muñeca y un médico preguntándome por mi estado, pero todo muy desde la lejanía, como si hubiese sucedido hace veinte años.

Según me contó mi marido, al salir él de la consulta, vio que me llevaba cogida la responsable de atención al paciente del hospital y que yo, al verle, ni siquiera le pregunté el diagnóstico del médico, pero en cambio le hablé de que no sabía dónde me encontraba.

Parece ser, y digo parece porque no lo sé, que al llevarse a mi marido a la consulta, me fui a la sala de espera y me desorienté. ¿Qué significa eso? ¿Que andaba yo por allí con cara de zumbada, que decía incongruencias, que me puse a limpiar mi casita tra la rá la ri ta, que abordé a algún paciente de forma inapropiada? La cuestión es que al verme mi marido en tales circunstancias (que no me han aclarado), me llevó a enfermería y entonces me vio un médico del que tampoco me acuerdo, me hicieron análisis, un electro, diversas pruebas, me tomaron la tensión que se me había disparado, cuando siempre tengo 110 de máxima, y me dejaron una vía puesta por si hacía falta.

Ahí es cuando empiezo yo a retomar algo de conciencia de lo que me pasa y recuerdo vagamente estar en una salita sentada en unos sillones comodísimos, tomando unas pastillas que me dio la enfermera y con la famosa vía puesta, de la que ni siquiera pregunté el motivo. Estaba encantada de haberme conocido, con una sonrisa tonta y feliz rodeada de otras mujeres con diversos tratamientos.

En eso que viene un médico y me pregunta muy amable cogiéndome de la mano, que cómo me encontraba y lo primero que pensé fue: "Vaya confianzas que se está tomando este tío conmigo".

Se lo referí a a mi marido que aparecía por allí de vez en cuando, y me dijo que el pobre hombre llevaba horas intentando recuperarme, pero como yo era la primera vez que le veía, me pareció excesivo el trato. Pá matarme.

A todo ésto yo aún no tenía conciencia de quién era, y entoncen pusieron a mi lado a una señora que venía con un dolor de espalda horrible y al mirarme me dijo: "A tí te conozco yo". El alegrón que llevé, pero me duró poco, porque cuando empezaba a sacarle algo, le dio un dolor más fuerte y se la llevaron de allí.

Y allí seguí con mi vía y mi sonrisa tonta, hasta que nuevamente vino el médico y me llevó a la consulta del siquiatra, de la que no me acuerdo nada, aunque sí del lugar y de la sala de espera.

Total, que hasta que no pasaron unas horas, no fui consciente de lo que me había pasado: debido al susto que llevé por lo de mi marido, mi mente, como un mecanismo de defensa, se bloqueó y "me fuí". Tal cual. Por el mismo motivo se disparó la tensión y anduvieron toda la mañana estabilizándomela.

No recuerdo absolutamente nada de lo sucedido en seis horas de ese día, y entiendo perfectamente a los de las películas, que intentan por todos los medios recordar.

Lo que más me preocupa es lo que estaría haciendo yo para que "me recogieran" en el hospital, que tengo un gran sentido del ridículo y miedo me da de pensar que estuviera haciendo tonterías. Qué corte.

Me diagnosticaron amnesia global transitoria, y luego me vio el neurólogo, quien me mandó diferentes pruebas.

Parece una tontería, pero daría mucho por recordar esas horas. Palabrita. Que me da un poco de yuyu que mi mente vaya por libre.
Me voy a la playa, que ando otra vez por Levante, y me apetece bañarme.