El barco atracó en Nápoles, y allí estaba la guía esperándonos.
Fuimos con el autobús lo primero al monumento a Felipe IV en la vía Francesco Caracciolo. Son muchos los vestigios españoles que hay en esta ciudad.
Castillo del Huevo, en Nápoles. Se llama así, según cuentan, porque Virgilio escondió en su interior un huevo que soporta la estructura del edificio y que de romperse, provocaría el hundimiento de la fortaleza.
POMPEYA
Era la una de la tarde de día 24 de agosto del año 79, cuando comenzó el fin. El fin para una ciudad y sus habitantes, que vieron cómo en unas horas, el apocalipsis se hacía realidad sin posibilidad alguna de salvación. El Vesubio, que les acompañó siempre, se convirtió de pronto en un enemigo tan fiero como poderoso.
El día se hizo noche.
Se liberaron 4 kilómetros cúbicos de cenizas y roca que sellaron la ciudad, permaneciendo así más de siglo y medio.
El pequeño teatro.
Aquí dos expedicionarios pompeyanos: Luis y Fran. ¡Guapos!
Nuestra guía Rafaella, explicándonos cosas. ¡Qué envidia de sombrilla! Hacía muchísimo calor.
Un horno.
Thermopolium. Eran muy numerosos en la ciudad. Especie de tabernas, la mayoría en forma de L, donde se servían comidas y bebidas calientes. La gente no comía en su casa al medio día, y siempre lo hacían en estos sitios. Algunas se llaman cauponas, si tenían arriba habitaciones para huéspedes.
Los suelos de las calzadas son de piedra, de forma poligonal.
De vez en cuando hay lo que nosotros llamamos "paso de cebra", que era una forma de poder pasar de un sitio a otro cuando la calle tenía agua o desechos, sin mancharse las ropas largas que vestían. Obsérvese las rodadas de los carros. Era muy importante la medida entre las ruedas, tanto era así que cuando llegaban carros de otros sitios, debían alquilar los de la ciudad y pasar de uno a otro la mercancía, porque los de fuera tenían un ancho diferente y no podían circular.
Otro thermopolium. Debajo hay unas vasijas de barro grandes que mantenían caliente la comida, cubiertas con piedras y mármol. Tenían tapaderas. Era la comida rápida de aquel tiempo.
Interior de una de las casas.
Oficina de Verecundus. En este comercio se vendían tejidos. En la puerta hay una pintura de Venus sobre elefantes.
Estamos por la calle de la Abundancia, que era la principal arteria de la ciudad (el decumano). Frente a la tienda de Verecundus, está la lavandería de Estéfano, una de las más importantes. Ocupa dos números de esta calle, es un local muy grande y muy decorado. Su propietario era un hombre adinerado.
Aquí se ve la pileta de lavar. En la puerta de la lavandería había unos jarrones en los que la gente que pasaba, orinaba. Sí, sí........orinaba. Porque era lo mejor que conocían para blanquear la ropa. Los esclavos se metían aquí, con la ropa dentro, la orina el agua y otras sustancias, y se dedicaban a pisar y a restregar la ropa con los pies para lavarla. De aquí pasaba a otras cubas.
Siguiendo por la calle de la Abundancia, estamos ahora frente a la casa Diadumeni. Hay que asomarse a verla, e imaginarse lo que debió de ser en todo su esplendor.
Otra casa. Solían tener muchas habitaciones, para los señores y los esclavos.
Casa del lalarium de Aquiles.
Aquí se ve el lalarium. Era una hornacina en la que se adoraban a los antepasados y a los dioses.
No me pude resistir a la foto por el paso de cebra.
Bueno, bueno............en todas las épocas las mismas cosas. Para los que no sabían leer, la indicación del burdel. Se llamaba lupanar, que deriva de la palabra latina lupa, que significa loba.
En esta esquina, muy céntrico, se encuentra el lupanar.
Al entrar hay unas pequeñas habitaciones con dibujos eróticos en la parte superior. La clase social que acudía a estos sitios era de escasos recursos y esclavos, la mayoría procedente de oriente, por lo que no hablaban el idioma. Sobre los dibujos, elegían el servicio que querían y pasaban a la habitación donde la mujer, o el hombre, los ofrecía.
Las camas estaban hechas de piedras y sobre ellas se ponía un colchón.
Uno de los dibujos eróticos.
De nuevo en la calle, el calor aprieta y se puede hacer uso de las muchas fuentes con agua potable que hay distribuidas por toda la ciudad.
Antes de llegar al Foro, ya vemos una entrada accesoria del edificio Eumaquia. Pone: Eumaquia, hija de Lucio, una sacerdotisa pública, en su propio nombre y en nombre de su hijo, Murcus Numistius Fronton, hizo el CALCIDICA, cripta y el pórtico con su propio dinero y dedicó el mismo a la Concordia Augusta y pietas.
Edificio Eumaquia, destinado al gremio de tintoreros, curtidores y lavanderos de lana. Tenían a la entrada unas vasijas para que la gente que entrara orinara en ellas desde una escalera. Esta costumbre tuvo como consecuencia que Vespasiano les cobrara el impuesto por la recogida de orina. Los tres gremios la utilizaban y era imprescindible en su trabajo. Se utilizaba incluso para blanquearse los dientes, aunque no fuera orina propia.
Tiene una decoración preciosa de hojas de acanto y aves, pero está protegida.
Vista general del foro, con el Vesubio al fondo.
Parte este del foro.
Parte norte del foro. Templo de Júpiter, arcos triunfales y el Vesubio.
La Basílica, en la parte oeste del foro.
Los padres de Asier, posando delante de la Basílica.
En la parte oeste, entre el templo de Apolo y los graneros, en la pared, hay una celdilla con una mesa con huecos, que es la mesa ponderaria. Era un sistema de medidas de mercancías.
En la parte este del foro, Santuario de los lares públicos. Hornacinas con columnas y un altar para sacrificios en el centro.
Templo de Vespasiano, en la parte este del foro. Erigido como culto a su ingenio. En el centro, un altar para sacrificios y el hueco donde estaba la estatua del emperador.
El Macellum en la parte este del foro. Era el mercado y tenía una fuente donde se lavaba el pescado. A la izquierda se daban banquetes y en la rotonda había un estanque rodeado de doce columnas. Las tiendas estaban en la parte derecha.
Vista del foro desde un Arco Imperial.
Pasado el Arco Imperial, en la calle Mercurio, el Arco de Calígula, que antes tenía arriba una estatua ecuestre. A la derecha, el templo de la Fortuna.
La casa del Poeta Trájico, con el mosaico del perro. "Cuidado con el perro" "Cave Canen".
Entrada a las Termas del Foro.
La palestra de las termas.
Piscina fría. Frigidarium.
Gran brasero en el Tepidarium, la sala tibia.
La decoración es preciosa, con los casetones y los atlantes de terracota en el tepidarium.
Otra parte de la misma sala.
Caldarium.Sala caliente con una fuente central para lavarse la cara.
Al salir había una caupona. También se ofrecían otro tipo de servicios en estos sitios.
Como estos.
Estamos pasando por el lateral del templo de Júpiter, al lado de los graneros, hoy almacenes.
En los almacenes se pueden contemplar los cuerpos reconstruidos de hombres, mujeres, niños y perros. Con el tiempo, se quedó en la ceniza la oquedad de los cuerpos, que fueron inyectados de yeso para reconstruir las formas que tenían a la hora de su muerte.
Es muy impactante.
Unos murieron por axfisia y la mayoría quemados de forma instantánea.
La vista del perro es tan dramática como la de los humanos.
Muchos objetos de las casas.
Lo más importante se encuentra en el Museo de Nápoles, pero aquí hay también mucho para ver y desde luego para pensar.
La Basílica.Era la sede de la administración de justicia, y junto con el Foro constituía e edificio más importante de la ciudad. Tenía cinco puertas que abrían hacia el Foro, que daban paso a tres naves internas.
Lateral oeste del foro, con el templo de Apolo a la derecha.
Delante del templo de Apolo.
Templo de Apolo, con el reloj de sol a la izquierda, al lado de la columna.
Vamos saliendo de la ciudad. Hemos visto sólo una pequeña parte, pero no ha dado tiempo a más. De todas formas, hemos podido hacernos una idea de lo que significó y del resultado de la erupción del Vesubio.
Bajando.
El la Plaza de Puerta Marina, muchos puestos, muchos limones............¡Qué rico el limoncello!
Fran con dos buenos ejemplares, jajajajaja....
En uno de los puestos compramos una caracola tallada, y luego vimos al artista en su taller.
Volvimos al barco y dejamos atrás la bahía de Nápoles. Aquí vemos Capri. Volveremos en otra ocasión.
Decimos adios al Vesubio.
Nos trajimos un montón de cuernos de la suerte. Se acabó subiendo el vendedor al autobús y nos colocó toda la mercancía.
Una excursión que no hay que perderse.