Después de desayunar cogimos un taxi que nos llevó al Moll Adosat (no sé si se escribe así) y allí se encontraba nuestro barco. Aunque era temprano, pudimos facturar el equipaje que era bastante voluminoso porque se utiliza bastante ropa en los cruceros: lo que se lleva durante el día para las excursiones ya no vale para el siguiente porque se suda mucho, y por la noche en la cena hay que vestirse un poco. Así que con las maletas a reventar, casi tanto como nuestra ilusión por embarcarnos, facturamos y pasamos directamente a la sala de espera, ya que llevábamos el check-in on line y no tuvimos que esperar.
A través de un foro de internet nos reunimos 55 personas para hacer las excursiones con una agencia externa a la naviera, y habíamos quedado todos en el bar Panorama, cubierta 11 para conocernos, pero algunos ya nos identificamos en la sala antes de subir al barco. Fue muy agradable ir poniendo caras a los nicks que teníamos en el foro.
Y subimos, y entramos por recepción. Esta vez no nos esperaban los camareros vestidos de negro con guantes blancos para acompañarnos, así que cada uno se fue yendo a su camarote. Al llegar al nuestro ya estaban las maletas en la puerta, y no tuvimos ninguna sorpresa porque era exactamente igual al del buque Empress con el que hicimos el Báltico. No le sobraba espacio, pero tampoco faltaba nada de lo necesario.
Como el simulacro de naufragio era a las 16'30 de la tarde, antes colocamos todas nuestras pertenencias en los armarios y cuando sonó la sirena cogimos nuestros chalecos y nos reunimos en el punto de encuentro que nos pertenecia, y que estaba señalado detrás de la puerta. Aquí tengo que hacer un inciso, porque la gente tiene una tranquilidad enorme. Cuando ya estábamos terminando, todavía se incorporaba gente, como pasando del tema, cuando es tan importante tener esas cosas claras. Un barco no es un coche del que te bajas si las cosas vienen mal dadas.
A las seis, hora en la que habíamos quedado con el grupo, subimos a la cubierta de la piscina, donde en popa se encontraba el bar Panorama, y poco a poco fuimos llegando. Abrazos, risas, nervios...............y venga caipiriñas, mojitos, tornados, piñas coladas, destornilladores, etc.
Y luego tocaba conocer el barco: el Sovereing de Pullmantur, más grande que los anteriores que utilizamos en los otros cruceros, espectacular como todos, con bastantes ambientes donde elegir para la noche, con 1162 camarotes, una eslora de 268 metros y una manga de 32, con capacidad para 2733 pasajeros.
Como habíamos elegido el segundo turno de cena, fuimos primero al teatro a ver el espectáculo y luego al restaurante. Por activa y por pasiva pone que no se puede hacer fotos a los artistas mientras están actuando, pero la gente pasa alegremente y los flashes no paran todo el tiempo molestando al resto. Y otra cosa: si lo que quieren es hablar pues que se queden fuera del teatro, pero si entran, que permanezcan callados o hablen lo mínimo para que los demás nos podamos enterar de lo que pasa en el escenario sin tener que estar chistando todo el tiempo.
Estuvimos escuchando música, pero el cansancio nos rindió, y nos retiramos pronto.
Antes de acostarnos pedimos un cambio de camarote, ya que al haber una puerta (cerrada, claro) en la pared, se escuchaban todas las conversaciones de los vecinos de cabina, y muy amablemente y sin ningún problema, nos cambiaron y nos ayudaron a trasladar el equipaje.
Habíamos zarpado a las 17'00 horas, y tuvimos una noche de navegación muy tranquila, aunque se vislumbraba algún que otro relámpago en el cielo. ¿Lloverá quizás mañana?
Se duerme muy agusto en el mar.
Bueno, pues aquí estamos Los Gladiadores, que no podíamos hacernos la foto del grupo en otro sitio más acorde.
La recepción.
Escaleras por las que pasamos mil veces.
Distribuidor en cuyo centro había una maqueta del buque para que supiéramos en todo momento (cosa que a veces se olvidaba) dónde teníamos la proa y la popa. A las cabinas se entraba por ambos lados.
El hall, bastante espectacular, con los ascensores centrales.
Otra vista del hall.
La piscina. Algo que a la mayoría de los que viajan en un crucero les chifla, y que a nosotros nos da lo mismo si es grande o pequeña, porque no la utilizamos. Había gente que por la mañana temprano ya estaba en los jacuzzis para que no les quitaran el sitio. El bar Panorama está al fondo, y detrás el Buffet Panorama.
En la foto anterior, se puede observar arriba un espacio redondo, que es el bar Lunge, y desde el que se tienen una vistas magníficas de 360º. Solía haber música en vivo y se estaba muy bien. Abajo se ve.
El comedor: ocupaba dos plantas y a nosotros nos tocó en la de abajo.
Los mostradores del buffet, que tenía cada día una cantidad enorme de comida variadísima y muy bien hecha. En el desayuno era difícil elegir qué tomar, porque todo estaba riquísimo.
Un espacio que ni siquiera vimos: la biblioteca. ¡Pero si no da tiempo ni a leer una revista!
La zona de tiendas. A la izquierda estaba el café San Marcos, donde algunas noches quedábamos con los amiguetes.
El teatro, grande, pero con la misma pega que el del Empress. en los palcos sólo se ve el escenario desde la primera fila. Los demás han de imaginar lo que pasa. Y el patio de butacas bien, pero hablan como loros.
El salón Rendez-vous. Uno de los sitios que más me gustaban. Con música salsera y buen ambiente, aunque (otra pega, lo siento) demasiadas veces inutilizado para el bingo.
El Spinnaker, donde se respiraba un ambiente relajado, con música en directo, y donde se servía el mejor café de todo el barco. Mi Antonio, no se puede resistir cuando ve una rueda de timón.
Otro aspecto del Spinnaker.
La discoteca. Algunas noches nos hemos quedado hasta las tantas bailando.
Y el casino, al lado del Spinnaker, que como en todos los barcos se me antoja enorme. No se veía a mucha gente jugando.
Y bueno, pues para que os hagáis una idea yo creo que ha sido suficiente.
¿Iremos a Mónaco? Las previsiones meteorológicas son criminales.