20 de octubre de 2009
Abuelitis
Haciendo mío el slogan del Atlético de Madrid "Ser atlético es............otra cosa", yo digo que ser abuela es éso: otra cosa.
Dicen que a los nietos se les quiere más que a los hijos, lo cual no es cierto, pero sí se les mima y se les consiente más, los vemos tan lejos de nosotros en años que se nos antojan todavía más pequeñitos de lo que son, y nos pillan en una edad en que nuestro carácter es algo más débil y ñoño. ¿Para qué negarlo? ¿O no se es más sensible a todo a partir de una cierta edad?
Y llegan ellos. Al principio nos mueve el ansia de protección, e incluso creemos que nosotros los criaríamos mejor que sus padres por la experiencia que tenemos, y andamos dando consejos la mayoría de veces innecesarios, que mira que nos ponemos pesadas con la forma de acostarles o el remedio de nuestra madre para los gases. La verdad es que aturullamos bastante a las hijas-nueras, pero eso sí, en nuestro afán por lograr el bienestar del niño.
¿Y cuando les vemos por primera vez enganchados al pecho? "Mira hija, póntelo así, que el niño se va romper la nuca en una toma de éstas" "Despabílalo, que se te va a dormir" "Es que yo no te veo mucha leche" "¿Se quedará con hambre?"
Vamos, que sólo nos falta coger al niño y darle pecho nosotras.
Y como éso no podemos, nos aferramos en un intento de coger al niño como sea, esta vez con la excusa de los gases: "Trae, que yo lo tendré para que eche el aire y mientras tú descansa". Si, si...............descansa.......................si es por cogerle.
Las abuelas somos plastas por naturaleza.
Y el niño empieza a sonreir, a conocernos.........................que siempre nos conoce antes que a sus padres, para rabia de éstos, y tenemos que empezar a usar nosotras los baberos que hace meses les compramos, luciendo las babas con todo el orgullo del mundo, encima.
En esta etapa todavía no nos lo dejan por la noche porque en el fondo no se fían, pero conforme van creciendo los peques, los papis están más cansados y a estas alturas ya se han dado cuenta de que somos personas capaces de darle una papilla, cambiarle el pañal o darle la dosis correcta de Apiretal.
Y a los críos les encanta dormir en casa de la abuelita, porque es su mayor cómplice de juegos y de andanzas y le tiene tomado el tranquillo, el pelo, las manos y los pies, que para eso ella se deja gustosamente tomárselo.
Me falta pasillo para ensanchar cuando les veo disputándose mi compañía y arrastrándome sin piedad hacia esa habitación tan mona que les puse. Tengo que decir que a veces no sé si fue un acierto o no el ponerla, ya que todos están en el salón menos los críos y yo que SIEMPRE estamos jugando o leyendo cuentos en SU habitación.
De momento son dos: una niña de un año y medio y un niño de tres.
Cuando llego a casa y están allí, salen a esperarme con unas caras de felicidad, que borran de un plumazo todos mis problemas.
Ahora vienen otros dos y tendré que multiplicar los besos y las caricias, pero las abuelas tenemos un almacén repletos de esas cosas en el corazón, y habrá para todos.
No les quiero más que a mis hijos.
Los nietos, y las abuelas.................................somos otra cosa.