11 de enero de 2010

Tallinn


Nuestra segunda escala fue Tallinn, un pueblo medieval, sorprendentemente bien conservado, con unos colores que enganchan la vista de los turistas, y con un ambiente sumido años atrás tanto en sus calles como en sus gentes.
Esta ciudad tiene influencias alemanas, suecas, danesas y rusas, y de ahí su principal atractivo. Fue conquistada por los daneses en 1239, y de entonces viene su nombre, Taani Linn, que significa ciudad danesa.
Entre los siglos XIV y XVI vivió su mayor esplendor, al ser uno de los principales centros urbanos de la Liga Hanseática, que era algo así como una asociación de ciudades comerciales del Mar Báltico, que controlaban casi en su totalidad los alemanes.
Pasó luego a manos suecas y más tarde perteneció a Rusia, independizándose el 20 de agosto de 1991.
Es Patrimonio de la Humanidad desde 1977.
La ciudad se divide en dos zonas: la alta o Toompea, y la baja o Vanallinn. Antiguamente en la alta vivían los nobles, y en la baja pues los trabajadores, como viene pasando siempre.
No queda mucho de sus murallas, pero las que hay, así como sus torres son bellísimas y merecen la pena ser visitadas.
La moneda es la corona estona. 1 Euro = 15'6 EEK
Nos cambiaron dinero unas chicas que subieron al barco.

Ya vamos acercándonos, a Dios gracias con un tiempo espléndido después del frío de San Petersburgo, y se pueden ver las agujas imponentes de las principales iglesias y los ladrillos rojos de las torres. Va apareciendo ante nosotros como el decorado de un cuento de hadas.
Era una de las escalas que más ilusión me hacía.

No hace falta tomar ningún medio de locomoción para acercarse a verla. Está como a kilómetro o kilómetro y medio del puerto y no tiene pérdida porque todo el tiempo se ve la ciudad.
Entramos por esta torre, que se llama Margarita la gorda, por lo rechoncha, y nos disponemos desde aquí a recorrer la calle Pik (larga) hasta la Plaza del Ayuntamiento.

Poco a poco nos vamos sumergiendo en otra época.

Esas tres casas que están juntas a la derecha, se llaman "Las tres hermanas", y ahora son un hotel. Detrás, puede verse la aguja de la Iglesia de San Olaf, que es la más alta de Tallinn.

Justo al pasar las tres hermanas, en este jardín, está la iglesia.
Los ciclistas son el servicio rápido de urgencias.

Las casas, aunque son de distintos tipos, predominan las de los comerciantes alemanes que eran mayoritarios. En la planta baja la vivienda y en las superiores los almacenes. Las poleas eran para subir y bajar mercancías.

Seguimos por la calle Pik.

La Casa de la Hermandad de las Cabezas Negras es casi el único edificio renacentista que se conserva en Tallin. El nombre de la Hermandad se asocia con su patrón San Mauricio, un árabe convertido al cristianismo. Sólo tienen actividad en Estonia y Letonia y sus miembros tenían que ser solteros.

Tener que venir a Tallinn para ver una bandera española con un toro en un bar de tapas. ¡Ver para creer! Pero hace ilusión.

Unas casas muy bonitas.

Iglesia del Espíritu Santo, del siglo XV, y conserva su aspecto original.

El reloj policromado de la fachada es el más antiguo de Tallinn.

El interior de la iglesia nos sorprendió, por su maravillosa decoración, las tallas de las maderas, el púlpito, los bancos...................era una obra de arte tras otra.

El retablo del Altar Mayor.

Una de las vidrieras.

Y seguimos camino de la Plaza de Ayuntamiento. Aquí es donde ponen el famoso árbol de Navidad todos los años, desde 1441.
El edificio es del gótico tardío, y es el mejor conservado de toda Europa del Norte.

Toda la plaza está rodeada de terrazas y restaurantes, aunque cuando entramos en uno de ello, lo vi todo tan oscuro, que se me quitaron las ganas y me salí. Una cosa es que ambienten el local y otra es que me de miedo de estar allí.

Pues aquí sigo yo en la plaza. A la derecha, abajo, está la farmacia más antigua de Europa, aunque eso decían también cuando estuve en la de Duvrobnik.

Todo el pueblo está volcado en el atrezzo medieval como puede verse.

Y garrapiñadas por todos los lados.

Una foto muy bonita con la torre del Ayuntamiento.

Otra cosa muy típica era tomar cerveza con miel.

Interior del Ayuntamiento.

Parece más una sala de exposiciones que un ayuntamiento. Tiene unos arcos con unos colores preciosos. El conjunto es muy agradable a la vista.

Una parte de la farmacia.

Y del Ayuntamiento nos fuimos hacia la Puerta Viru, que era una de las entradas antiguas de la muralla. Desde allí, rodeándola, hay puestos con artesanías de lana y estuve a punto de comprarle a mis nietos alguna cosa, pero cuando toqué las prendas y vi el grosor que tenían, pensé que de momento ninguno se iba a ir a vivir a Laponia, así que mejor lo dejaba.
Anda que no voy yo chula ni nada.

Aquí hará frío en invierno, pero con estas prendas lo mismo les sale sarampión a los niños.

La gente compraba mucho.

Y a la izquierda, por fin el Pasaje de Santa Caterina, que lo iba buscando. Algún día dejaré los papeles para disfrutar más de todo lo que veo.
Muy típica esta calle con sus arcadas y sus tiendas de artesanos.

Muchos artistas tienen aquí sus estudios.

Estas lápidas son de nobles enterrados en la iglesia de Santa Catalina de Alejandría, y estaban en el suelo del templo. Se pusieron en el pasaje que lleva el nombre de la Santa.

El pasaje va a desembocar en el monasterio dominico.

Aquí está la entrada a Toompea, la parte alta de Tallinn.

Hacía bastante calor. A la derecha se me puede ver cogiendo sitio en un bar para tomarnos unas cervezas y reponer fuerzas antes de la subida.

¡Qué bien nos sentaron!

Al subir, lo primero que vimos fue la Catedral de Alexander Nevsky, la principal de las ortodoxas de Estonia, construída cuando el país pertenecía a Rusia.

La Catedral de Santa María Virgen, conocida también como "Toomkirik", es la principal iglesia luterana de Estonia. El interior está lleno de capillas fúnebres.

Puestos de garrapiñadas y otros productos, o eso creo. No sé lo que pone en el toldo. Se admiten apuestas.

Señoras pidiendo a la entrada de la iglesia.

Kiek in de Kok es una torre que está en la ladera de la colina de Toompea, y que alberga una exposición permanente sobre los orígenes de Tallinn.

Aquí se podía probar a dar en la diana, previo pago, claro. Todo el pueblo volcado en sacarle las perras al turista, como debe de ser.

Mientras descendíamos nos encontramos con estas torres medievales, que estaban abiertas al público, así como los tramos de muralla que las unían.

Y ya nos volvemos a bajar a Vanallinn, por las mismas escaleras que cuando hemos subido.

Paseo de vuelta por las calles.

Seguimos admirando los magníficos edificios.

Un poco cansada ya a la vuelta.

Era muy bonita la casa, y la sacó mi Antonio casi hasta arriba. Algo más para el recuerdo.
Y ya nos fuimos hacia el barco, porque queríamos comer allí. En este comedor precisamente.

A ver qué sorpresa nos tendrán preparada hoy los cocineros.

A las 16'00 el Empress zarpó rumbo a Estocolmo.