20 de enero de 2010

La Cagonlaleche Cap VII


N´Guebo:
Como os relataba, subimos muchos a la gran canoa, escoltados por los hombres de largas túnicas y turbantes. El sol salía por detrás de la tierra seca del desierto y en la orilla del Gran Azul, un griterío de hombres con túnica nos ensordecía, mientras se cargaban sin cesar muchos fardos en la canoa. Ésta era inmensa, ni Mo'Kele ni yo mismo habíamos visto nunca una tan grande. Tenía dos troncos altos de los que pendían unas ramas a las que iban atadas mantas blancas, y muchas cuerdas sujetaban los troncos sobre la canoa. Sentados sobre el suelo de madera, todos los hombres de la selva juntos, mirábamos sorprendidos todo aquello tan nuevo para nosotros. El sol ya brillaba alto en el cielo y arrancaba al Gran Azul destellos de luz amarilla. Poco después, cinco o seis hombres con túnica se aproximaron a nosotros, encendieron un fuego en una vasija de metal y nos pusieron en las muñecas unas pulseras pesadas y negras que no podíamos quitarnos, luego ataron con cuerdas de hierro unas pulseras a otras y pronto todo el grupo de hombres de la selva estuvo atado. Mi afinado instinto me dijo que algo iba mal. Mo'Kele estaba también muy preocupado. Por una puerta nos hicieron bajar a todos al interior de la canoa. Era oscuro y húmedo. La madera resbalaba y había ratas. Los hombres de las túnicas ataron las cuerdas de hierro a las paredes de la canoa y quedamos allí todos los hombres de la selva. Cautivos. La canoa se movió. Se balanceaba lentamente y supe que partíamos para no volver más a nuestro poblado en mucho tiempo. No veía el sol, no sabíamos donde nos llevaban, le dije a Mo'Kele; "primo, quizá no volvamos a ver a nuestras gentes en mucho tiempo, pero tenemos que averiguar a dónde nos llevan para, un día, saber volver.". Miré su rostro y ví su mirada perdida y su tez mortecina, yo tambíén empecé a sentir como mi cabeza daba vueltas y mi estómago se revolvía. Nuestros cuerpos no tenían fuerza y al cabo de un tiempo volvieron los hombres de la túnica para hacernos subir al exterior de la canoa. Nos llevaron a una esquina y allí nos mojaron con agua que penetró en las heridas de nuestra piel y todos gritamos de dolor. Era un agua que no podía beberse, pues tenía un sabor extraño y desagradable. Nos hicieron sentarnos al sol y cuando miramos hacia arriba vimos con estupor las grandes mantas blancas desplegadas que el viento empujaba y que estaban atadas a los troncos y a la canoa con muchas cuerdas que las mantenían firmes. Ese viento movía la canoa con fuerza sobre el Azul. Asombroso.

Miré a tierra y vi a lo lejos el poblado de los hombres de las túnicas, al otro lado sólo el enorme Azul, creo que nos dirigíamos hacia el norte. Relaté este viaje a la señorita Gina, una noche mientras contemplaba la luz de las estrellas en la "Cagonlaleche", ella me miraba complacida con los ojos entreabiertos mientras bebía de su copa (nosotros tenemos prohibido beber la fermentación de la uva, muy popular entre el hombre blanco).

Mo'Kele contemplaba a Gina sin parpadear, yo sabía muy bien qué estaba pensando, y se lo dije mil veces..."Gina no es una Ghanga!".

Mecidos por la suave brisa y surcando los destellos plateados de la Mar en la noche, pasábamos horas hablándole a Gina de nuestra increíble historia, que continuaré más adelante y en la que explicaré cómo aprendí la lengua del hombre de la túnica, cómo fui enseñado a navegar y a encontrar caminos sobre el agua, y cómo llegamos a un extraño país donde fuimos tratados como animales hasta ser salvados por nuestra ama Luccía.

Cagoleta:
Qué lejano suena en el tiempo tu relato, mi querido N'Guebo, y sin embargo aún continúa dañando mi corazón el recuerdo de vuestro sufrimiento en aquel barco que os condujo a la llamada civilización, aunque en este caso no mereciera tal nombre.
Silvano decidió contratar otras dos personas para tripulación de la Cagonlaleche, y conocedora de su buen ojo para estos menesteres, le di toda mi confianza y mi apoyo cuando me habló de unos esclavos que habían sido traídos de África, en penosas circunstancias.
Al hablar con ellos, supo de sus conocimientos en materia de navegación, y pensó que podrían encargarse de la seguridad de la goleta, ya que eran altos y musculosos.
Vinieron y clavaron en mí sus enormes ojos, más grandes y saltones por lo escueto de sus carnes, esperando ser tratados y alimentados como personas. Desde hacía meses vivían en una constante incertidumbre sobre su futuro, sin otro objetivo cada día que ver ponerse el sol que habían visto salir en la mañana.
Y no me importó que en las reyertas habidas por conseguir comida, alguien le cortara un huevo, porque aparte de que ya no le dolía, el que le quedaba era lo bastante gordo para que no se sintiera disminuído.
Así fue como contraté a N'Guebo y Mo'kele como fieles guardianes de la Cagonlaleche.
Y comieron como si nunca antes lo hubieran hecho, y se pusieron macizos, y fueron la envidia de las damas en los puertos donde atracábamos.
Cuando yo no estaba a bordo, me sentía tranquila porque sabía que a Gina no podría pasarle nada malo estando ellos a su lado. Le habrían cortado el cuello a cualquiera que hubiera osado tocarle con la punta de los dedos.
Qué gran acierto el de Silvano al contratarles.

Isi el Marino:
Ante todo, saludaros y agradeceros los buenos ratos que paso leyendo las aventuras y desventuras de la Capitana Luccía y su tripulación, a bordo de su bien amada Goleta "Cagonlaleche", en la cual, algún día no muy lejano, espero prestar mis sevicios. Quiero sepais que estos no son en modo alguno desinteresados.
He leido el perfil de Ginetta, y creo que corresponde a la mujer que tanto tiempo llevo buscando a traves de los 7 mares, y a la que a bien ella me aceptase, entregaria junto con mi amor, lo mejor de mí mismo.
Sé que el camino será arduo, ya que tendré que vencer no sólo su innata timidez, sino el desconocimiento de toda relación con varon. Pero también espero poder lograrlo, gracias a la fe y la ternura que sólo su pensamiento me inspira, confiando llegue ese día en que podamos compartir Vida y Aventuras.
Sobre mi os diré que he pasado en la Mar mil y un avatares, y sufrido varios naufragios, de los cuales os hablaré a menudo a lo largo de nuestras conversaciones. Más que de los salvamentos. El por qué es porque éstos me parecen muchas veces estúpidos, pero...como creo vosotros querréis que os lo cuente... Si os fijais bien, todos son iguales: llevas dias, meses, en tu isla desierta, matando la monotonia del lento transcurrir del tiempo en soledad, bullendo en tu cabeza la idea de cómo salir de nuevo a buscar otro navío donde poder realizar tus sueños. Un amanecer divisas blancas velas en el horizonte. Tomas todas las medidas a tu alcance para atraer su atención. Has puesto piedras sobre una montaña pelada dibujando el SOS, colocado los girones de tu camisa en la punta de un largo palo, encendido una hoguera... En fin,t odas las bobadas que sólo a un naúfrago se le suelen ocurrir...Lo has hecho para quedarte tranquilo, ya que en realidad casi siempre te rescatan por pura casualidad. El barco ha seguido otra ruta por despiste del timonel, la curiosidad de un Capitán ocioso al otear un islote que no aparece en sus cartas naúticas, una recalada por averia..... Pues bien, el barco fondea, un bote que se arria, remos golpeando acompasadamente las tranquilas aguas, marineros a los que abrazas al saltar a tierra..te recogen, te llevan a bordo, te ofrecen cafe, y tal vez ron...Te preguntan quién eres, les cuentas tu historia, En fin..,siempre más o menos lo mismo.
Por eso os digo que prefiero contar los naufragios. Y de ellos,mis momentos favoritos son el trayecto a nado y la llegada a tierra. Que caes al agua, que te agarras a un madero flotando, que te orientas, que hueles tierra, que llegas a la playa, que te tumbas en la arena a reponer fuerzas, que qué hallarás,...en fin, te haces miles de conjeturas que agilizan tu mente con la aventura de lo desconocido.
He naufragado dos veces en la misma isla, pero las situaciones eran totalmente distintas: una con temporal y la otra con calma chicha. Cambiaron los tiempos hasta llegar nadando a la costa, lo desconocido y lo reconocido.....
En cambio, los dos salvamentos fueron prácticamente iguales.....

Gina:
Mochas grecias per desear conocermi e ya veo per il suo post que es personaji culto e amador de la mare, como io. Io sono con forme en tablear amistad con tigo (mejor totearnos ¿no?) e sólo falta sabere ánde nos podemos trovar. Sono doña de un velero Bavaria de 40 píeses que me regaló Luccía e ya tengo experancia a navegare i lo ago bastate bene; si tú queres podemos cita con cestar allí a Livorno. Si avas venir, pon ¿post?. Saluti

Cagoleta:
¿Quién era el enmascarado que ciñó mi cintura en la sombra del salón de baile? Esos negros ojos.....esos ojos...... Tengo que recordar dónde los vi, quitar uno a uno los velos que cubren mi mente, hasta que aparezca el dueño de esos dos centelleantes faros, que a buen seguro me habrán guiado alguna noche en la oscuridad del mar.
Poco a poco los recuerdos van apareciendo y una cascada de imágenes del pasado se precipita en mi presente, pero debo ordenarlas, deleitarme con ellas, volver a vivirlas.
Fue hace quince años; Estábamos rodeando las costas de Madagascar; de pronto el barco se averió y mientras esperábamos para poder repararlo, nos acercamos en la zodiac hasta la isla y desembarcamos en una playa desierta. Recorrimos varios kilómetros sin encontrar rastro humano y de pronto algo llamó nuestra atencion: sentado en un trono hecho de madera, palma trenzada, rafia y cuerdas, se encontraba , rodeado de bellas mujeres vestidas solo con pétalos de flores, un apuesto varón con un pañuelo pirata ciñendo sus sienesy que daba a su rostro un cierto atractivo entre misterioso y aventurero. Eso, y un collar de caracolas, era toda su vestimenta. ¡Dios mio! No se me olvidara nunca esa visión.
Uno de mis hombres hablaba el hova y le explicó nuestra situación, rogándole nos acogiera en su poblado hasta que nuesta goleta estuviese lista, y él muy amablemente y como gesto de amistad me apretó fuertemente contra su cuerpo. ¡¡Ahhhhhhhhh!!!! ,¡Uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!(pensé para mis adentros). Le explicó a mi marinero que era un príncipe perteneciente a la etnia merina y tenía como misión fecundar a las muchachas del poblado para perpetuar los genes de sus antepasados, y como esa circunstancia se producía a menudo, optó por estar siempre preparado para llevar a cabo tan importante misión. Este príncipe se llamaba VICAVIHE, que quiere decir en su idioma:" Hombre fuerte y mañoso, con cabeza dura pero buena gente, que es capaz de hacer posible lo imposible y que como diga que mete la cabeza por un sitio , por cojones la mete." Parece mentira la capacidad de síntesis que puede tener el malgache. ¿Que no había viviendas? Pues él construía chozas adosadas. ¿Que no había agua? Señores qué problema: la traía del mar a través de un entramado de tuberías hechas de caña de bambú y para más recochineo, con grifos de agua caliente, fria y templada. ¿Que no había cubiertos? Pues con huesos era capaz de construir una cubertería completa, hasta con palas para el pescado, muy útiles en aquella zona. ¿Que no había platos donde comer? Ahí estaba él cogiendo caracolas, cortándolas en rodajas y haciendo una vajilla de 12 platos llanos, 12 hondos y 12 de postre, que por cierto me la regaló más adelante y que forma parte del ajuar de la Cagonlaleche.
Nunca conocí a nadie con tal capacidad de hacer de todo a partir de nada, y me dió pena verle tan desaprovechado. Le dije que por qué no empleaba su tiempo en cosas más divertidas que en fecundar malgachitas y me miró con cara de alucine, ya que no entendía que en el mundo pudiese haber nada mejor, y entonces le hablé del mar, de su embrujo , de su misterio, de su imprevisible respuesta hacia el hombre, del reto de poder enfrentarlo, y algo empezó a despertarse en él.
Estuvimos en la isla durante dos meses y yo le preparé para sacarse el titulin y el PBN; por correspondencia logró aprobar y le facilité entonces los libros para que siguiera estudiando. Como era muy tenaz, se sacó el PER y el PY, pero tengo entendido que con el tiempo llegó a CAPITÁN y anda por ahí disfrutando de su nueva afición.
En otra ocasión os contaré qué pasó con VICAVIHE (mi príncipe), después de nuestro azaroso encuentro en el baile.


Vicavihe:

LUCCÍA ,¡Oh mi tierna LUCCÍA! No creo que ni por un sólo instante pensaras que esos momentos pudieran borrarse de mi mente; qué va. Es imposible totalmente que ni barcos, ni carruajes, ni mansiones, ni palacios, puedan compararse al resplandor de tus cabellos jugueteando con el viento en los momentos en que tiernamente............ -¡¡¡¡JAMÁSSSS!!!!!... Me niego.

-El sentimiento me acompaña por todas las sendas, no sólo por no poder estar contigo sino por no disponer de tiempo suficiente para mantener las velas encendidas sobre mi escritorio. Quizás pienses que es de locos, pero la oscuridad me acompaña siempre y mis manos pierden el poder de la pluma.

-Recuerda que no sólo es fiel el que escribe, sino también el recuerda y sueña.

-Despido mis notas pues son sólo eso: notas. El corazón y el viento siempre se mantienen fuertes al olvido y al anhelo. -Tu fiel servidor: Vicavihe...

Cagoleta:

Habría reconocido esos ojos entre miles.

Me sujetó fuertemente ciñéndome por la cintura............_"¡Sígueme!",_ me dijo_.

Y claro que le seguí, porque conociéndole sabía que era inútil resistirse a sus planes. Mientras corríamos por los jardines, en los rincones oscuros aprovechábamos para darnos algún achuchón furtivo.

Me dijo que había venido exclusivamete a verme, desde Madagascar, y eso me llenó de gozo, porque a las mujeres en el fondo nos halaga que los hombres hagan locuras por nosotras.Ahora viene lo mejor, porque había venido en barco ¡¡¡Pero por carretera, atravesando Africa!!! .Luego embarcó en el Mediterráneo y al llegar a Livorno, otra vez por carretera hasta Florencia.

Salimos a la calle y me lo mostró: era su barco, el barco que él mismo había construído.....pero sobre un remolque tirado por un todo terreno con chofer.Tenía tantas ganas de que yo le diera mi parecer, que le faltó paciencia para hacer toda la travesía por mar como hubiese sido lo lógico.

En el casco ponía VICAVIHE y era un Yawl con 180 metros cuadrados de velamen y más de 14 de largo. Tenía dos mástiles y una botavara de pino de Oregón, casco en caoba de Honduras de 42 mm , y cuadernas de encina y acacia. La cubierta era de teca de Burma y los interiores de caoba. La proa, más corta que la popa era muy esbelta y el timón, de barra, continuaba el perfil del casco. La cubierta resultaba muy limpia y despejada con lumbreras y manguetones de ventilación "tipo Dorade". Aquí colocó vidrios en forma de prisma para la iluminación de interiores. Según él: "El barco era un gran caballo de carreras".

Se le notaba ilusionado y no era para menos, ya que había conseguido su sueño. Me invitó a subir , dió orden al conductor de arrancar el todo terreno y aquello "zarpó".

No daba crédito a lo que veían mis ojos: ¡¡¡¡¡Navegando por la carretera!!!!!

Aprovechando que la noche era bonancible tomanos en cubierta una cena ligera y brindamos por nuestro encuentro. Tuve que proteger mis cabellos con un foulard de Hermés, que casualmente llevaba metido en el canalillo, porque debido a la velocidad que el conductor llevaba me despeinaba mucho, y las curvas, a toda velocidad, eran mucho peor que las escoras.

Los coches con los que nos cruzábamos se quedaban atónitos mirándonos, e incluso nos paró la Policía y estuvo examinando el barco. Nos pusieron un multazo (qué poco románticos), y nos sugirieron que atracáramos la nave en un descampado próximo. Es cierto que íbamos un tanto aparatosos con todas las velas desplegadas, pero como toda locura, tentadora y transgresora. Nos importaba un pito la multa, el guardia, y todo lo que no excediera de su ámbito y del mío. Cómo nos reíamos acordándonos de la cara del policía cuando al entrar al camarote, encontró los preparativos de una noche dedicada plenamente al disfrute: las velas, los pañuelos, las flores, las luces, los aromas, la música y un piscolabis de lo más afrodisíaco sobre una bandeja de caracola.

Por fin todo se arregló y nos dispusimos a terminar la celebración, pero allí sobraba alguien: el conductor. Le despedimos hasta el día siguiente, y con el barco sobre el remolque dimos rienda suelta entre risas y besos y caricias, a la pasión que amenazaba con explotar.

Vicavíhe trajo una grabación del ruido de las olas, y en la oscuridad, con la brisa moviendo las velas, nos parecía estar en medio del mar.

Continuará........