17 de enero de 2010

La Cagonlaleche Cap VI


Iñigo:
Queridos amigos: cuando Lucía nos abandonó, guardé en un antiguo baúl, que aun conservo en un lugar apartado del desván, todos aquellos objetos que pudieran ofrecerme el más mínimo recuerdo de ella; de forma estúpida pensaba que escondiendo mis recuerdos, conseguía que los mismos se alejaran de mi mente.
Hace un par de días, me atreví a acercarme de nuevo a él y, despacio, con manos temblorosas, di la vuelta a su llave hasta abrir la cerradura. Levanté su tapa y, con lágrimas desconsoladas, fui sacando uno a uno todos los objetos allí guardados. De pronto, al abrir un libro de poemas, no me preguntéis su autor pues fui incapaz de leer un párrafo del mismo, apareció una carta escrita por sus manos en una de nuestras breves separaciones.
Le divertía mucho escribir cartas de amor cuando, por cualquier motivo, teníamos que separarnos. Ella nunca las enviaba, pero me decía que, mientras escribía, se sentía más cercana a mi persona. La dejo aquí transcrita para que podáis comprobar la pureza de su amor:
“Amado Iñigo: Hace tan sólo tres días que partiste en busca de nuevas aventuras y ya mi corazón se desangra de tristeza por tan larga separación. Paso las horas junto a la ventana, oteando el horizonte, como Ovidio hacía con su amada Corina, recitando: “yo seré el primero en distinguir y reconocer tu nave desde la playa, y diré: <>. Te llevaré sobre mis hombros y te daré besos múltiples sin cuento...”.
Mientras, rezo a Eolo para que, como a Ulises, te haya hecho entrega del odre de los vientos, de forma que evite se desaten violentas tempestades que, ya me hagan temer por tu regreso o, simplemente, produzcan un retraso en la hora del reencuentro con mi amado. También le pido que deje escapar al templado Noto para que, dulcemente, te recoja entre sus brazos mientras, con presteza, te empuje hacia mi lado nuevamente.
A Poseidón le pido que te acompañe junto a sus cabalgaduras, en forma de delfines, que te sirvan de guía en la inmensidad del océano, mientras levanta suaves olas que mezan tu goleta, cual si de cuna se tratara, que te lleven a un sueño largo y profundo, donde, de nuevo, tu y yo nos encontremos. La blanda arena se extenderá bajo nuestros cuerpos, como si fuera tálamo nupcial, y otra vez sentiré como tus fuertes brazos me rodean, elevando mi espíritu de nuevo hacia las nubes; yo escanciaré vino en tu copa, mientras tú, con voz profunda y misteriosa, me relatarás las maravillosas aventuras que has vivido; al final, admirada, caeré de nuevo rendida entre tus brazos.
Arde mi interior cuando imagino como posas levemente tus labios, buscando entre mi cuerpo algún lugar desconocido, mientras languidezco y me abandono al maravilloso sentir de tus caricias.
Vuelve pronto, amado mío, y haz que este delicioso sueño se convierta en realidad. Hasta entonces recibe de mis labios este poema:
¡Que semejante a un invierno ha sido mi ausencia lejos de ti, gozo del año fugaz!
¡Que heladas he sentido!
¡Que tristes días he contemplado!
¡Que desolación de viejo diciembre por todas partes!
Y, sin embargo, esos días de alejamiento eran días de estío;
la fructífera otoñada dilatábase con rica progenie,
llevando la exuberante carga de la primavera,
como vientres de viudas encintas después del fallecimiento de sus esposos.
Pero esta abundante prole no me parecía sino
una esperanza de huérfanos y un fruto contranatural,
porque el estío y sus placeres te acompañan;
Y tú ausente, los pájaros mismos se quedan mudos.
O, si gorjean es con acento tan melancólico,
que palidecen las hojas temiendo la proximidad del invierno.
Cagoleta:
A veces, cuando recalábamos cerca de Florencia, aprovechaba para dar lujosas fiestas. Los jardines eran engalanados y los rincones más íntimos, cuidadosamente escogidos y preparados para hacerle guiños al amor.
Las vajilas de mis antepasados fueron sacadas de los arcones, la cubertería de plata lucía resplandeciente, las flores inundaban las estancias, y las lámparas de Murano , por doquier se las mirase, lanzaban rayos de esplendor. De los cofres salieron vaporosos vestidos, que vistieron antaño famosas divas en la Fenice, abanicos de encaje guardianes de secretos amores, zapatos de seda, pelucas, guantes, máscaras......
Sí, la fiesta fue de disfraces y a ella concurrió lo más selecto de la ciudad. Abajo en el salón, los músicos abordaban las primeras notas de "La Primavera", y en ese preciso momento aparecieon N'Guebo y su primo, luciendo en todo su esplendor, vestidos de pavos reales; descendían al son de la música por ambos lados de la escalera imperial. Y arriba, en el centro , estaba yo. Todos los ojos se volvieron hacia mí con admiración. Había elegido para la ocasión un suntuoso vestido, de generoso escote, que dejaba entrever mis pechos turgentes.
El corsé consiguió que mi delgada cintura casi desapareciera dando lugar a un estallido de gasas y sedas ricamente bordadas. El antifaz, carcelero de mi rostro, sólo permitía apreciar mi boca y mis ojos. Yo era consciente del impacto que había causado entre mis invitados y uno a uno fueron desapareciendo los escalones bajo mis pies, acompasados a la perfección con la música de Vivaldi. Al pie de la escalinata pude reconocerlos: Altair vestido de explorador, Iñigo de Hamlet, Rapperr de timón de la Cagonlaleche y Jacar (¡Cómo no!) de buzo.
Conversamos, reímos, el Prunotto Alba corrió por los labios, ligero y vivaz.
Abrimos el baile Jacar y yo, y sus aletas y mis escarpines se fundieron armoniosamente en aquel "un, dos, tres....un dos, tres.........." Sus gafas y el tubo, provocaron, como siempre en mí, honda desazón.
Rapperr, acompañado de la orquesta de cámara contratada para la ocasión, interpretó para mí un rap que él mismo había compuesto:
Ay mi ca, mi ca, mi ca,
Cagolé tatatá tatatá,
agárrate a mi timón
y bailemos el rap del amor. (Sus letras siempre tuvieron una gran profundidad)
Iñigo, a penas oyó las primeras notas del "aserejé", ya no se pudo controlar: soltó la calavera, y me condujo raudo a la pista.
Y Altair? ¿Qué música me tendría reservada Altair? La orquesta comenzó a tocar "Carmina Murana". ¡Qué sorpresa! Nuestros pies se deslizaron alados sobre el suelo de mármol, llevando el compás, a veces dificultoso, de semejante pieza. Pero lo mejor estaba por llegar: de pronto, un enmascarado surgió de entre unas pesadas cortinas, se acercó a mí, me enlazó por la cintura y me besó en los labios largamente. Tan largamente que estuve a punto de la extenuación y casi de la extremaunción. Esos ojos negros....esos ojos.......
Gina:
Distinti Signori: Sono la segretaria della Signora Luccía Castelgandolfi, che mi ha pregato di correggere un piccolo errore nella trascrizione del suo racconto. Si tratta dell'opera di Carl Orff "Cármina Burana", nella quale ho scritto Carmina Murana. Le porgo un cordiale saluto.
Ho etodio allora spagnolo a Roma y me algra metme por qui por praticare piccolamente. El signore Iñigo s'a dao conta dell errori e m'a llamato di tuto que meno guapa. Asta pronti.
Iñigo:
Querida Gina: Muchas gracias por la corrección. Ahora, ¿Porque no nos cuentas tus recuerdos de Luccia?, aunque, eso sí, practicando tu magnífico español.
Cagoleta:
Como veo que os interesáis por Gina, os voy a contar algo de su historia:
Una de las veces, que fui a entregar un dinero para obras de caridad a un convento, me hablaron de Gina: sus padres habían huído en extrañas circunstancias, y huérfana y sin medios económicos para subsistir, se refugió en esta institución, donde una tia suya trabajaba com limpiadora. Las monjitas procuraron darle educación y la formaron profesionalmente (físicamente ya venía ella bien formada de casa), para que pudiera en un futuro trabajar y ser independiente en la vida. A la sazón contaba la Ginetta 16 años.
Las religiosas me pidieron que la ayudara y la llevé conmigo a Villa Fiore, donde poco a poco fue aprendiendo y se convirtió en mi eficaz secretaria. También me acompañó en muchas de mis travesías por esos mares, pero como era muy discreta y vestía ropas algo monjiles, pasaba bastante desapercibida.
Ahora estudia español por correspondencia en una academia de Roma, pero los fines de semana se marcha al puerto de Livorno, para con los marineros llegados de España, practicar la lengua. Mucho me temo que las palabras que éstos puedan enseñarle no sean lo mejor del diccionario.
Es algo mojigata, como secretaria es bastante eficiente, pero sobre todo es terca, y como se empeñe en meterse en esta taberna, podéis ir preparándoos. Ésta practica español por narices le pese a quien le pese. Aunque a lo mejor le viene bien hacer amistades, ya que todavía no ha probado varón, cosa que no me explico. Con veintiséis años, 1´75 de estatura, rubia y con unas medidas de infarto, es como para empezar a creer en los milagros. La advertí en infinitas ocasiones de lo que estaba perdiendo, y como sabe el buen juego que a mí me han dado los españoles, pues ella, que es muy metódica, se está preparando para encontrar uno con quien compartir su vida. Seguro que os llevaréis bien con ella, aunque de todas formas, la vigilaré no vaya a hacer locuras, porque se entusiasma enseguida.
Gina:
Hooooolaaaaaaa....... Sono la Ginettaaaaaaa...........
Tabernario, toc, toc, toc...¿ay gen te per qui? Quesera yo parlare con estos mocos tan cachos. En porto io ho cocido marineri quon qui gustati mi ablar e procima de todo parcticare lingua, e proso parlo io t'an fludo l'espagnolo. La Signora Luccía mi abla que amanti espagnoli consejato probare, ma io amo primamente esperta con lingua s'tar. Signorito Ignigo: la vita va bene? si dia racontare io tuto que mis ogos visto, s'ibais vos perneri abago corrieri tuto campo atravesado. ¡Mamma parida! Ma trenquilo perque sere sempre fuel a la Signora.
Altair:
La goleta "Cagonlaleche" se distinguía por muchas cosas. Lo más llamativo en la distancia era el aparejo , muy bien explicado por Iñigo hace unos dias.
El casco era muy armonioso, blanco, con línea de flotación pintada de verde y la tapa de regala y resto de maderas visibles con su color natural, realzado por barnices satinados. Los bronces lucían con todo su brillo. La teca y maderas tropicales eran su material más generalizado. La cabullería, naturalmente de cáñamo procedente de la Vega Baja del Segura, cultivado y manufacturado artesanalmente para nuestro barco por las mejores manos, ya retiradas de estos artistas de la industria cañamera.
A los interiores de la Cagonlaleche se accedía por el lateral de babor de la timonería. Esta timonería era el centro neurálgico del mando de la goleta. Estaba presidido por una rueda de timón en caoba con una placa de bronce que repetía el nombre de "Cagonlaleche". Tras ella, una hermosa bitácora coronada por un reluciente cubichete albergando el compás náutico adornado con una rosa de los vientos procedente de un grabado del siglo XVI (caprichos de Luccía). A estribor y convenientemente disimulados por brillantes maderas, un conjunto de pantallas de navegación con el radar, corredera, GPS, sonda colorista, piloto automático, piloto de viento, mandos de la radio VHF-BLU, teléfono satelital, amén de seis indicadores del funcionamiento de los distintos motores y servicios.
Al bajar al interior, lo más sobresaliente era el conjunto de teca de Birmania y el suelo forrado por una majestuosa alfombra tejida en Ispahan...blanca, inmaculádamente blanca. Nos contaba Luccía que los trozos de alfombra más castigados eran escrupulósamente cambiados para que siempre presentara este aspecto.
En los mamparos lucían obras pictóricas de autores impresionistas y abstractos, por los que Luccia sentía una gran predilección.
La parte de popa estaba dedicada al hermoso camarote, casi suite de Luccía, con un cuarto de baño con bañera redonda, chorros masajeadores y decorado con exquisito gusto.
A estribor un completísimo rincón del navegante con mesa de cartas de dimensiones más que generosas , porque le encantaba navegar con la ayuda de cartas españolas(decía que eran las mejores) y también las del Almirantazgo Inglés ... Sólo respetaba de la Pérfida Albión, los barcos fabricados allí y las cartas de navegación.
Encima de la mesa, un panel conteniendo los repetidores de todo el instrumental de la timonería y una inmensa batería de interruptores eletrónicos para comandar toda la nave. En soporte adecuado un conjunto de instrumentos de cartografía, tales como compases de lira, reglas de cien tipos (para ella, la regla Bretona era insuperable), paralelas, etc,etc...lápices, calculadoras científicas, idem programables Tamaya de navegación...
En sitio relevante un sextante Cassen and Plahtt, favorito de Luccía.También un Astra metálico de respeto. Naturalmente, los anaqueles estaban repletos de derroteros, libros de faros, almanaques y libros de navegación.
Y entronizado en un sitio de honor el Libro de Bitácora de la Cagonlalece, que llevaba impresa la figura gallarda de un Jabeque, con la siguiente leyenda: "Quien sale a navegar por placer, iría al infierno a pasar el rato".
Todas las singladuras ( que fueron muchas) de la Cagonlaleche, quiso Luccía que fueran escritas en este Libro de Bitácora. La Capitana fué siempre una clásica. En todo. En sucesivos relatos, contaré, cómo eran las siguientes dependencias de este barco, espejo de su Capitana. Hoy acabo de recalar de una navegada por aguas de Formentera e Ibiza. Tras muchas millas náuticas y también kilómetros de coche, vengo cansado, es tarde...