6 de enero de 2010

La Cagonlaleche Cap IV


Wandita:
No sé si será el bohemio espíritu marinero, o los efluvios del alcohol, que va a ser eso pero hay que ver lo tronaos que estáis. En el buen sentido de la palabra eh ?????

N´Guebo:
Pequeña Wanda (en mi país no existen los diminutivos). Mi religión me impide beber cualquier sustancia fermentada, con lo que la historia que relato es gran verdad, como la escrita en las piedras del bosque de los Kalogos. Los tres náufragos pueden dar fe de lo que digo.

Altair:
No sé cuantas horas dormí, no tengo conciencia si me levanté, siquiera para ir al aseo a orinar...Sin duda tras la prolongada deshidratación, mi vejiga, ni almacenaba orina... Abrí los ojos, y lo primero que pude oir fue el fuerte respirar de uno de mis compañeros y el roncar del otro...no pude distinguirlos. Me di cuenta que alguien hacía un suave ruido de papeles...era Silvano que junto a la mesa de cartas anotaba la posición de la goleta.
Había mar allí arriba, y navegábamos dando pantocazos y bandazos... En cuanto se percató Silvano de mi despertar, acudió presto a la puerta de mi camarote y me preguntó, con amabilidad, cómo me encontraba, transmitiendo enseguida a la Capitana mi estado.
Llamó a N´Guevo, que luego me enteré que era el cocinero-marmitón-Gambucero y veinte cosas más, para que me acercara el desayuno. Me pareció extraña la tripulación y mientras tomaba el desayuno de pan tostado con aceite y tomate restregado junto a un buen tazón de café con leche, charlé con Silvano de la forma en que él había entrado al servicio de Luccía.

N'Guebo:
No es N'guevo, es N'Guebo. De los N'Guebo de Numidia de toda la vida.
Nunca supisteis siquiera escribir mi nombre, a pesar de las tostadas con tomate... De todos modos da igual, en mi país no hay faltas de ortografía.

Altair:
Pues mira que tienes razón N´Guevo, yo de toda la vida te hacía por "Singüevos" o por "Ungüevo"; jamás lo tuve claro del todo. Disculpa mi ignorancia; nunca se me dió bien el numidio.

Cagoleta:
No puedo por menos que volver....... Qué alegría tan grande haber tenido otra vez noticias de mis dos maravillosos negrones N'Guebo y Mo'kele (ya quisieran muchos poder escribir con semejantes plumas).
Chicos, dejaros de discusiones; huevo arriba, huevo abajo, la verdad es que poco importa. Recuerdo la primera vez que te ví, con tu 187'3 de estatura. Lo primero que me pasó por la mente fue: "Este chico tiene cara de capao", y efectivamente te faltaba una bolsa testicular, pero con la que te quedaba.....cómo sabías adornarte. Los dos habéis sido fieles guardianes de mi honor traviesillo y de mi culillo de mal asiento. Qué compenetración tan grande teníamos, en el buen sentido de la palabra ¡¡¡¡Dios!!!!
Una noche, en la que Jacar había bebido demasiado, se empeñó en hacerme el amor en la cofa, ni más ni menos, y después de una demostración de contorsionismo, paso lo que tenia que pasar: entre el oleaje que había y los pantocazos de la goleta la cosa se puso pelín complicada y de pronto vi a Jacar salir despedido como un disco volador hacia el agua. Encojidito del todo lo recogieron mis negrones, porque estaba tiritando. Cuando despertó, la imagen era indescriptible: N'guebo y el Mo'Kele, con la piel roja tirando a granate conteniendo la respiración, mientras Jacar más que manos poseía tenazas con las que trincaba lo que habían sido sus cuerdas de salvación. En la cofa ya no volvimos a hacer el amor, pero mis fieles sirvientes se encargaron de que cada rincón de la CAGONLALECHE fuera para mí un paraíso de orgías y placer.
Otro día, si vuelvo a apearme por esta taberna, os contaré alguna anécdota divertida de mis frenéticos amoríos con Rapperrr...el muy mamón...... Pero yo le amaba, y aunque sabía que a veces me engañaba, una vez y otra me rendía en sus brazos. Hay cosas que no se pagan con direro y este corsario me llegó al corazón.

Manolo_g:
Estimados tabernarios: Me ha llegado un emilio, de un tal Stefano, que dice ser el Notario del puerto, donde recalo la Cagonlaleche en su postrer viaje. Por su interés en esta historia, me ruega que os la trascriba:

En la goleta Cangonlaleche
Tres marinos embaucaron
A una dama de Larache,
Y con ella se embarcaron.
Pensando engolfar con Lucia
Pero lo que se encontraron
Fue un travesti de Carlucia.
Lucia oculto sus risas
Cuando vio al trio calavera
Seduciendo y haciendo risas
Con un oficinista de una naviera,
Que se hacia llamar Marisa.
Con intereses aviesos,
El trio busco las carnes,
Y se encontro con un sieso.
Ladraron los canes,
Chillo el raposo,
Cuando se encontro el trio
Con aquello, aún en reposo.
Apenose Lucia con el hecho
De que tres navegantes fornidos
Camelaron y encamaron,
Con el hecho fortuito
De que no era la hermana de Lucia,
Que era ¡un tio!
Apenada estaba Lucia
Y para limpiar tal baldón,
Llamo a un notario y testó .
Y aquí acaba la historia
De tres navegantes
Que tomaron achicoria ,
Que buscaron con diversas artes,
Las carnes de la hermanita
Y encontraron a Marisa

Stefano Benvenutti Notario della scuola di Ilustre Citta di Calurcia
N´Guebo:

Seguid, hombres blancos, seguid vuestro escarnio. Pero las vidas de mi primo Mo'Kele y la mía propia son harto turbulentas, a pesar de ser nuestra sangre la de la realeza. Muchas noches hemos pasado oyendo vuestros gozos en el camarote mientras hacíamos guardia bajo la luz de las estrellas, y entre gozo y gozo, un señor salía por el tambucho y con un extraño instrumento miraba el cielo y escribía lo que veía, y pasaba horas enteras consultando libros y sumando estrellas para, finalmente averiguar lo que Mo'Kele y yo sabíamos: dónde estábamos. Sólo tenía que preguntarnos. Se lo hubiesemos dicho. En la selva, los sentidos se afinan, y los nuestros eran como los de la pantera. Os contaré nuestra breve y triste historia y por qué tuvimos que abandonar la tribu a causa de la escasez de rinocerontes... En primavera, con la crecida del Obembe, el jefe Afog'Utu, desposado con la bellísima Ghanga, partía con los cazadores de la tribu a la caza del rinoceronte. En la aldea quedábamos mi primo y yo, además de las mujeres, ancianos y niños de la tribu y la felina Ghanga. Una noche, mientras el jefe estaba fuera, con mis finos sentidos (que eran como los de la pantera), oí unas pisadas sigilosas (¡ eso es oído !). Me asomé a la choza, y en medio de la terrible oscuridad de la selva, pude distinguir la fugaz figura de mi primo Mo'Kele dirigirse a la choza del Jefe ( ¡ eso es vista !). Me aproximé y oí a mi primo Mo'Kele y a Ghanga jadear de pasión ( ¡eso es gusto !), me retiré discretamente sin hacer ruido (¡ eso es tacto !)... Pero al amanecer siguiente, el Jefe volvió de la cacería antes de lo previsto, pues no había caza, hallando a Mo'Kele yaciendo con Ghanga y obligándole a una vergonzosa huida, en la que le acompañé a través de Africa. ¡ Pobres de nosotros, que tuvimos que abandonar la aldea por causa de la escasez de rinocerontes !. Despues de muchos avatares, fuimos apresados por mercaderes berberiscos, pero esa es otra historia que ahora no deseo referir. Reid, pues, hombres blancos, de estos príncipes de vida azarosa y mala fortuna.

Iñigo:
No puedo intervenir porque el refrescar tantos recuerdos hace que se me nuble aún más la vista de lo que es habitual.
Como poder conciliar el sueño con unos relatos que... entiendo va a poder leer la Inspección de Hacienda e intentar investigar del origen de nuestras respectivas fortunas. Perlas, zepos y sondas romanas, ánforas, monedas de oro, etc, etc,...
Os pido más discreción en este medio y quizás poder seguir contando la historia como realmente fue delante de Cagoleta... en el Tandy o en cualquier otro sitio Atazar, Cádiz, Los Roques, La Palma o Venecia. ¿Por cierto Altair has omitido completamente la historia de aquel amigo de la Breña (No recuerdo si Alta o Baja) que también participó de los favores de Cagoleta.... ?

Cagoleta:
Sr. Manolo_g: no tuve el gusto de conocerle, pero al oírle hablar de Stefano (el notario), no puedo por menos que puntualizar algunos datos erróneos que ese gusano con piernas le facilitó. El susodicho se llevó una fuerte comisión en negro del legado de Villa Fiore, situado en la Toscana, concretamente en Florencia, y que es herencia de mis antepasados los Médicis.
Altair le untó bien la entrepierna para que influyera en mi decisión, convenciéndome de que quién como él para perpetuar mi recuerdo en cada estancia de la mansión y en cada rincón de los jardines. No la cuidó muy bien el Maese ( no le gustaba este apelativo porque se sentía mayor), y a los dos meses de la cesión un pavoroso incendio la destruyó por completo.
Nunca supe si la chamusquina fue o no provocada, pero de lo que tengo certeza es de que cobró un pastón por el seguro, que le permitió comprarse en Africa diversas posesiones y tener amarrado en Pollensa un ketch de más de diecisiete metros, con un jacuzzi instalado en el salón. Este Altair siempre tan comodón, pero encantador, educado......todo un caballero. El Capitán también tenía sus "rarezas": no se quitaba el chaleco salvavidas ni estando en tierra y llevaba siempre los bolsillos llenos de aperos de navegar y de no navegar, por si le hacían falta en cualquier momento; y cuando digo "cualquier momento".....pues también.
A veces la coyunta se hacía harto compleja, y el movimiento acompasado del tintinear de las tijeras al tropezar con un trozo de cable, que a su vez daba contra un silbato, terminando con el ruido que hacía al chocar con la brújula...daba paso a una apasionada agitación , empezando así los problemas, porque la situación adquiría a veces tintes cercanos a la violencia. Yo, sinceramente me afanaba en darle placer, pero en ocasiones se hacía difícil por la cantidad de objetos que llevaba en los bolsillos y con los que a menudo me equivocaba en medio del fragor amoroso.
El silbato, en uno de los envites se me vino a la boca y claro, como yo estaba en plenos jadeos, aquello empezó a pitar que parecía yo la protagonista de Titanic.
A todo esto la Virgen del Carmen, en forma de escapulario, dando pantocazos entre los dos, que aquello cortaba lo suyo. Y él: "Vamos Luccia, vamos Luccia, que ya está ampollando la marea".
Al final me acostumbré y aprendí a sacarle partido a la multiusos, la brújula, el silbato, etc, etc, etc. Todo puede servir para los momentos placenteros. Hacer el amor con Altair, fue......diferente y muy distraído por lo variado del material que utilizábamos en nuestros juegos.

Iñigo:
Queridos amigos: Espero que sepáis disculpar mi ausencia, pero no me sentía con fuerzas para seguir escribiendo acerca de Lucía. Ahora, con el corazón sangrando después de haber leído tantas nuevas revelaciones, han venido a mi memoria nuevos recuerdos de su historia..
La vida se compone de momentos que vamos acumulando en lo más profundo de la mente, hasta que, de pronto, sin ningún motivo aparente, fluyen de nuevo ante nuestros ojos como escenas de una ópera.
Volvíamos de un largo y placentero paseo por la finca. El día había sido bastante caluroso y decidimos sentarnos a contemplar la explosión de luz y color que el sol nos regalaba en su diaria despedida vespertina; hasta nosotros llegaba el intenso perfume de las rosas. Con ternura, reclinó su cabeza sobre mis piernas y rodeó mi cintura con sus brazos. Comencé a acariciarle los cabellos con las yemas de mis dedos; a ella le encantaba que lo hiciera. Podía notar como la tensión la invadía poco a poco. Ella, con sus manos, exploraba mi cuerpo por debajo de las ropas, haciéndome descubrir sensaciones que ignoraba que existieran; excitado, la cogí con fuerza entre mis brazos y nos dirigimos con presteza hacia su cuarto. La deposité sobre la cama, mientras ella, acelerada, se despojaba con furia de sus ropas. Desnudos, caímos entrelazados entre sus sábanas; éramos presa de una pasión desenfrenada, como si necesitáramos vivir intensamente... Aquella noche inolvidable, después de largas horas de pasión, rendidos por la intensa excitación sentida, nuestras almas alcanzaron una comunión espiritual que ya no nos abandonó hasta su muerte.
La miré con ternura; podían notarse ya los efectos de su terrible enfermedad. Tenía los ojos cerrados; una dulce expresión de paz se extendía sobre su rostro; se había quedado dormida. Despacio, con sumo cuidado, acerque mis labios a los suyos, en un leve roce, casi inapreciable.
A mi mente vinieron unos hermosos versos del poeta Ibn Al-Zaqqaq: “Me escancia con su diestra y con sus labios. A un lado y otro la embriaguez me lleva. A fuerza de apurar cáliz y boca, ya no sé, dulce amor, cuál es el vino.”
Lágrimas de gozo comenzaron a caer por mis mejillas. Pensé, ¡Dios!, cuan doloroso es sentirse enamorado y, a la vez, que maravilloso sentimiento. ¡Te amo!, le dije en un susurro... Nos dormimos juntos, abrazados...
Ahora, de nuevo, recuerdo los premonitorios versos de Jayyám: "¡Qué solo estabas, Jayyam, junto a tu amada! Ahora que se ha ido, podrás refugiarte en ella.

Continuará