27 de mayo de 2019
Miami. Despedida
26 de mayo de 2019
Miami. Everglades
Por la mañana pusimos ruta a Homestead para entrar por esta zona. Es un parque protegido con una fauna y flora muy peculiar, una reserva del planeta que hay que conservar.
Con el fin de aprovechar bien el día, pensamos bajar luego a comer a los cayos, pero vayamos por partes.
22 de mayo de 2019
Miami. Miami Club Rum y Stonica
Nos llevó Pepe a visitar la destilería de su amigo Brian Rivera, algo que fue muy interesante. Nos explicó cómo y con qué se hace el ron y sus distintas variedades y, claro está, hicimos una cata.
Miami. Wynwood Walls
Volvimos a Miami, comimos y por la tarde nos fuimos a Wynwood, una zona poblada en principio de portorriqueños, y que no era muy aconsejable visitar por la inseguridad que se respiraba, pero que ahora, al igual que sucedió en Marsella con el barrio Le Panier, se ha convertido en visita obligada de turistas, que buscan alternativas a la diversión de las playas, gozando además del privilegio de admirar un arte callejero muy especial.
20 de mayo de 2019
Miami. NASA
Tardamos una hora y media desde Fort Pierce y al llegar nos dirigieron a la zona de aparcamiento donde teníamos que dejar el coche. Fue fácil encontrar el Kennedy Space Center porque las indicaciones eran muy exactas.
19 de mayo de 2019
Miami. Fort Pierce
Tardamos aproximadamente dos horas y media de Miami Fort Pierce, conocida como "la ciudad del amanecer" y, como una imagen vale más que mil palabras, pues lo corroboro con esta foto del propio José Tomás.
La ciudad se encuentra en el condado de St. Lucie.
Miami. Pequeña Habana
Nos dirigimos a la Pequeña Habana, con intención de comer en Versailles, Pero José, que es un buen gourmet, nos aconsejó hacerlo en Casa Juancho, un restaurante español que se encuentra también en la calle 8.
Miami. Crucero islas
Empezamos el día en Bayside Marketplace, donde teníamos previsto hacer un pequeño crucero que nos llevaría por Biscayne Bay para ver desde el agua el skyline de Miami.
17 de mayo de 2019
Miami. Viaje y llegada
Tras meses de preparar el viaje, por fin llegó el día. Volábamos con American Airlines a las 10:00 de la mañana del veinticuatro de abril y Madrid nos despidió con lluvia. Teníamos por delante más de nueve horas de vuelo, que no se nos hicieron pesadas, ya que llevábamos con nosotros entretenimiento suficiente como para ir distraídos durante todo el trayecto. Entre películas, juegos, comidas y alguna cabezada, se nos pasó el tiempo rápido.
Quizás lo peor fueron las cuatro horas de antelación que tuvimos que esperar antes de partir, que ahora es lo habitual cuando se viaja a U.S.A.
Y Miami nos recibió con un tiempo espléndido. Teníamos muchas ganas de abrazar a la familia, pero el sistema de seguridad del aeropuerto retrasó bastante el momento. Ya no se rellenan los consabidos papeles para aduana en el avión, sino que tuvimos que guardar una cola enorme para pasar nuestro pasaporte por una máquina, hacernos la foto y, otra vez, coger turno para pasar el control policial, cosa que nos llevó casi dos horas. Tras la entrevista con el policía de turno, muy amable por cierto, fuimos a recoger nuestras maletas, que en ningún momento fueron abiertas ni tuvimos pega alguna a la hora de salir.
Tras cambiar la tarjeta del móvil, llamamos a nuestro primo, que llevaba mucho tiempo esperándonos y por fin pudimos abrazarnos.
Nos encaminamos a la zona de Kendall, donde íbamos a quedarnos esos días y allí estaban esperándonos con tanta alegría como la que nosotros sentimos al verlos.
Comimos, descansamos un poco y, por la tarde, quedamos para cenar con parte de la familia.
En la foto falta José Tomás, que fue el fotógrafo.
De izquierda a derecha, Christian, el pequeño de la casa aunque por poco tiempo, ya que para finales de verano llegará un miembro más a la casa, su papá Mike al que tampoco conocíamos, Sheila, tan guapa y simpática como siempre, Amparo, a la que llevábamos unos años sin ver, yo, encantada y sin acabarme de creer que estaba allí, y mi Antonio, que recordaba mil situaciones que compartimos hace muchos años.
Una cena copiosa tanto de comida como de conversación y cariño.
Nos fuimos pronto a descansar ya que el día siguiente lo teníamos lleno de actividades, aunque en ningún momento sufrimos el jet lag.