16 de enero de 2024

Albarracín

Después de comer en Teruel nos dirigimos a Albarracín, donde nos quedaríamos hasta el día siguiente, para poder pasear en la noche por sus calles estrechas, a la luz de las farolas. No nos defraudó.

El municipio se encuentra en el sureste de la provincia de Teruel, a 1.182 m de altitud, construido sobre una montaña y, rodeado por el río Guadalaviar. Es Monumento Nacional desde 1961, posee la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes de 1996, y se encuentra propuesta por la UNESCO para ser declarada Patrimonio de la Humanidad, por la belleza de su casco histórico.

En época visigoda se llamó Santa María de Oriente. Luego, en el siglo XI perteneció a una familia bereber, los Banu Razin, reyes taifas de Albarracín desde la guerra civil de al-Andalus hasta Ibn Mardanis, rey Lobo de Murcia. O sea, que este lugar era al-Banu Razin, lugar de los hijos de Razin, aunque hasta el siglo XIX su nombre oficial fue Ciudad de Santa María de Albarracín.

Hacia 1.169, el rey Lobo cedió la taifa de Albarracín al señor de Estella Pedro Ruiz de Azagra, en recompensa de algún posible apoyo militar, quien la mantuvo independiente hasta 1.284, cuando Pedro III la conquistó.

Entramos por la carretera que viene de Teruel en la zona del arrabal, donde se encuentran los aparcamientos, diversos restaurantes y una oficina de turismo. Nosotros teníamos nuestro hotel en la calle Azagra, así que tomamos el camino de la derecha y enseguida llegamos.

 Nos alojamos en el hotel Albarracín, antiguo palacio del siglo XVI perteneciente a la familia Asensio de Ocón de Marcilla, donde vivió en ella un brigadier que falleció, y el palacio pasó a llamarse "de la Brigadiera", por su viuda. En la foto falta Antonio, fotógrafo "casi" oficial de la excursión.

El hotel tiene restaurante y un desayuno buffet, pero no los utilizamos. También dispone de piscina y jardines. Algo curioso es que debido a la irregularidad del terreno, algunos edificios pueden presentar planta baja en una calle, y en la trasera tres y hasta cuatro.

Nuestra habitación, con ventana a la calle Azagra.

 Parte trasera del hotel. Según una leyenda, en la Guerra de la Independencia, un francés abusó de la señora de la casa y el pueblo le dio caza. Lo subieron al último piso y lo arrojaron por una de las ventanas.


 La ventana que teníamos era como las otras, pero he puesto la foto en grande, pues por eso, porque me ha dado por ahí y me ha parecido divertido.

La muralla desciende hasta la calle Azagra. Solo se puede aparcar delante del hotel para bajar el equipaje. Después hay que llevarse el coche al párking de abajo, si no queremos tener la sorpresa de una multa.

En el mismo lugar que la foto anterior, Casa de los Dolz de Espejo, del siglo XVI, con el escudo sobre el dintel.

Como la tarde la teníamos muy justita de tiempo, dejamos para el día siguiente la visita guiada y nos dedicamos a callejear. Las calles que suben van hacia la muralla y, las que bajan, al río, así que nuestra opción estaba clarísima. En la foto, Pepa, junto a la "casa azul".

Perteneció a la familia Navarro Arzuriaga. Destaca por su color, tan atípico en esta ciudad, y cuentan que uno de los dueños casó con una señorita andaluza, y tuvo con ella el detalle de pintar la casa del color que le recordara a su lugar de nacimiento. Pero bueno, otros dicen que esa leyenda no es verdadera, aunque como me gusta, pues me quedo con ella.

Azagra con la calle del Chorro.

Casa noble en la calle del Chorro, con su escudo. La Covacha es ahora una tienda de cerámica, pero estaba cerrada. Sería la tónica de toda la tarde: comercios y bares cerrados.

Fuente del Chorro.

Calle Azagra con bajada a Postigo. A la izquierda, lo único que encontramos abierto, donde más tarde volveríamos para cenar: Casino.

Calle Postigo. Esta callejuela sube desde el río por varios tramos de escaleras.

Seguimos. Nuestro objetivo era la Plaza Mayor.

 Y ya estamos aquí. Es el centro geográfico de la ciudad, donde se encuentra el Ayuntamiento, cuya referencia más antigua es del siglo XIV. Desde el siglo XVII tiene una sala llamada del rey Don Jaime, llamada así porque en 1.300 Jaime II anexionó Albarracín a sus tierras de la Corona de Aragón.

En la parte central estuvieron las cárceles y se ve el escudo de la ciudad con la leyenda: Muy Noble, Leal, Fidelísima y Vencedora. 1957. Aquí se encuentra también el Archivo Histórico, con el fuero otorgado a la ciudad por Pedro de Azagra en el siglo XIII.

En ella se celebran corridas de toros, la procesión del Corpus y las hogueras. Anteriormente, era el lugar del mercado y se ubicaban los puestos en los soportales.


 Uno de los laterales y comienzo de la calle Azagra.

A la derecha, la calle del Chorro, y escaleras arriba, la de Santiago. El cajero del banco no tiene desperdicio. A destacar el balcón esquinero de estilo castellano, tan diferente del resto de ventanas y balcones. Se tiene constancia de él desde 1601.

El mismo sitio, pero con el campanario de la Iglesia de Santiago asomando tras las casas.

En los soportales de la Plaza Mayor hay un mirador desde donde hay una vista muy bonita, con la Catedral del Salvador y el castillo musulmán.

Este es el mirador.

Otro aspecto de la plaza, con la calle Portal de Molina a la derecha y la de la Catedral a la izquierda. La construcción de las casas suele estar constituida por una base de piedra, un entramado de madera, yeso rojo procedente de la Sierra de Albarracín y forja.

Subimos ahora por la calle Portal de Molina. A la izquierda, Casa-Museo Pérez y Toyuela.

Y llegamos a uno de los sitios más impactantes del entramado callejero de la ciudad: el Rincón del Abanico, en la Plaza de la Comunidad. Como el terreno es escaso, la solución es ir abriéndose hacia arriba, para ganar terreno y luz en las casas. Y se llama del abanico por su forma parecida.

En este lugar se encuentra la Casa de la Comunidad. Desde 1351 hasta 1856 fue la sede del gobierno, donde los diputados de las aldeas organizaban las juntas. Actualmente ha sido cedida a la Fundación de Santa María, para un museo.

 Desde la plaza bajamos al Portal del Agua. 


 Era la puerta que se utilizaba para escapar en caso de ataque, y se llama así porque llega hasta el río. Está adosada a uno de los torreones de la muralla y sobre el arco hay una pequeña edificación para el cuerpo de guardia, con balcón y galería intramuros. Una escalera interior permite el acceso a la torre cuadrada.

Mirando hacia el rincón del abanico. Patio de armas.

Saliendo del portal.

Pepe, Pepa y yo, descansando un poco junto al Portal del Agua. Las escaleras llegan hasta el río.

Escaleras a la salida del portal.

Plaza junto a un mirador.


 Desde aquí se ve parte de la zona amurallada.

Bajando hacia el río se ven las casas colgadas. Pregunté el porqué de los diferentes tonos rojizos de las fachadas y me informaron de que al llevar el yeso rojo parte de hierro, con el tiempo se oxidaba, dando lugar a los matices de ocres.

 Vamos camino de la catedral. A la derecha, el Palacio Episcopal, que alberga el Museo Diocesano. Si se quiere ver la catedral, hay que sacar aquí las visitas guiadas, pero nosotros la hicimos con El Andador. A la izquierda, la biblioteca sobre el pasadizo.

Catedral de El Salvador, edificada sobre un templo románico del siglo XII. No pudimos entrar.

Frente a la catedral hay un mirador, con unas vistas magníficas del recinto amurallado, donde se ve la Torre del Andador, de finales del siglo X en lo alto. En el centro se pueden ver los soportales de la Plaza Mayor. La muralla es del siglo XIV, de construcción cristiana. Los muros son de 1'60 m de espesor y12 de altura. Los torreones prismáticos están separados por 40 m y tienen 16 m de altura.

El castillo fue el primer recinto musulmán. Tiene once torres de planta circular y una cuadrada.

También se ve desde aquí la Iglesia de Santa María y la Torre de Doña Blanca, que es visitable. Fue construida en el siglo XIII y tiene 18 m de altura, con 4 plantas, que se utilizan para exposiciones temporales.


 Frente al Portal de Molina. Pepe, por favor, ¡deja el teléfono!

Casa de la Julianeta, en la calle Santiago. Es la más famosa de Abarracín, porque parece que se va a caer de un momento a otro. La parte baja es más estrecha para dar paso a carruajes y el primer piso ya tiene aleros salientes que aumentan la superficie interior.


 Al pasar el Portal de Molina, se aprecia el sistema defensivo de la muralla y por aquí se puede emprender la subida. Nosotros no lo hicimos porque llevábamos el tiempo muy justo.

 A la salida del Portal de Molina, en la Calle Palacios, se encuentra otra casa perteneciente también a la familia Navarro Azuriaga.

Se nos hace de noche y vamos a buscar algún bar donde tomar una cerveza. Es raro, pero casi todo estaba cerrado. Por fin encontramos un sitio.

En la Travesía de la Catedral encontramos un bar abierto y allí nos quedamos un rato. Aquí se ve mejor el voladizo de la biblioteca.

Catedral del Salvador junto al mirador.

Casa de la Comunidad.

Plaza Mayor

Vista desde el mirador de la catedral.

Portal del Agua


 Portal de Molina y Casa de la Julianeta. Este portal se llama así porque era la salida a Molina de Aragón.

Bueno, pues nos vamos yendo a cenar. Y la gente, ¿dónde estaba? No se veía a nadie.

Pepa y yo, en las solitarias calles.

Pepe y Pepa entrando al Casino. Con un poco de suerte cenamos, que ya lo estábamos dudando.

Vista nocturna desde el Casino. Y después, a la cama.

Un nuevo día y ya dispuestos para hacer la visita guiada. Cogimos la de una hora porque teníamos que salir para Madrid antes de comer.

En la Plaza Mayor nos habló la guía de la historia de Albarracín, de las que yo he resumido solo una parte, porque la muchacha era como una enciclopedia en un escenario. Parecía una función teatralizada y nos metía en su terreno de forma amena y divertida. 

Entre muchísimas cosas que nos explicó, estaba el porqué de los alerones en esas calles tan estrechas. Como es una zona de muchas nevadas, la nieve cae en el centro y, los laterales, quedan libres para poder andar. Otra de las razones es proteger las fachadas de las casas, que como ya he puesto antes, tenían entre sus materiales de construcción, la madera y el yeso, ambas propensas a deteriorarse con las humedades.

Los llamadores con forma de lagarto es otra cosa típica de Albarracín. Se dice que el obispo que estaba construyendo el Palacio Episcopal, vio muchos lagartos mientras se ejecutaban las obras, y pensó en ponerlos en la puerta. Entonces la población lo imitó y empezaron a proliferar los llamadores de forja con forma de lagarto sin patas. Cuantos más lagartos tenía la puerta, más rica era la familia.

La guía nos llevó por la Calle de la Catedral hasta el Palacio de los Monterde, familia que llegó a Albarracin de la mano del primer señor Azagra, quien distribuyó las tierras entre los caballeros que lo escoltaban. Y mi Antonio, como no podía ser de otra manera, fotografiando los lagartos de la puerta.

Puerta del Palacio de Monterde, con sus tres lagartos. En la cerradura hay una imagen de la Virgen del Pilar. Los clavos decorativos de las puertas, también eran un símbolo de riqueza.

Alero del tejado del Palacio de los Monterde.

Pepa y Pepe para la posteridad.

Nos volvemos al hotel para recoger los equipajes. En la fachada hay unos azulejos con una Inmaculada.

Ha sido un viaje muy bonito y aprovechado. Lo mejor, sin dudarlo, la compañía.

Nos llevaremos en la retina y en las cámaras los colores de esta ciudad.